ANTE EL PRÓXIMO CONGRESO de UPN
Barcina cuestionada por sectores de UPN de cara al Congreso
Sanz ya advirtió en su momento del riesgo de acercarse al PP y dejar caer al PSN, por lo que sus allegados en el partido buscan ahora recambio.
Martxelo DIAZ | IRUÑEA
La presidenta del Gobierno navarro y de UPN, Yolanda Barcina, afronta dos citas muy peliagudas esta semana. Hoy se hará patente en el Parlamento su soledad con el rechazo casi unánime de la oposición a su proyecto de presupuestos para 2013. Y en paralelo, el domingo habrá ocasión de testar la adhesión con que cuenta entre las bases en un Día del Partido que le llega a UPN, pero sobre todo a Barcina, en su peor momento.
De hecho, sectores del partido contrarios a su gestión y especialmente a su estrategia ya están maniobrando para buscar una candidatura alternativa para el Congreso de UPN que se celebrará en primavera, probablemente en marzo. Con ese objetivo ya se está sondeando la opinión de agrupaciones locales, en las que vuelve a quedar clara la precariedad de la adhesión interna que siempre había caracterizado a Barcina.
La exalcaldesa de Iruñea (lo fue desde 1999 hasta 2011) fue elevada a la categoría de presidenta de UPN por el propio Miguel Sanz por una razón básica: su gran cartel electoral en esos momentos, avalado por las encuestas y por sus buenos resultados en cuatro elecciones consecutivas en el Ayuntamiento de la capital. Pero entre la militancia tradicional del partido nunca ha contado con gran tirón, entre otras cosas por el dato objetivo de que se hizo militante de UPN después de alcanzar la Alcaldía de Iruñea. Muchos la contemplan como una advenediza.
Antes del Congreso de 2009, en el que no hubo candidatura alternativa, Barcina desarrolló una frenética agenda de visitas a agrupaciones locales y ayuntamientos para intentar ganar apoyos, pero la gélida acogida recibida en el Baluarte fue muy significativa, en contraste con la calurosísima despedida a Sanz y también con el grado de apoyo a Alberto Catalán, el hombre del aparato por excelencia, ahora «aparcado» en un cargo muy representativo pero con poca influencia política real: la Presidencia del Parlamento navarro.
Sanz y Catalán, los llamados «corellanos» por su procedencia, son la referencia para los afiliados que están poniendo en marcha este intento de descabalgar a Barcina.
Al desgaste evidente de la actual líder por la crisis económica, que ha sacudido especialmente a Nafarroa hasta el punto de empezar a poner en cuestión su viabilidad como autonomía uniprovincial, se le suman errores personales que han provocado malestar en el seno del partido; sobre todo, la decisión de optar por Jesús Pejenaute como consejero de Políticas Sociales tras la ruptura con el PSN cuando era vox populi, y ella había sido advertida, el asunto del blanqueo de dinero en Caja Navarra. Los militantes y dirigentes más críticos con Barcina no entienden cómo se arriesgó a tener en su Gobierno esa bomba de relojería, que terminó explotando con la denuncia pública de Kontuz. Antes, también levantó ampollas su decisión de pedir el reingreso en la UPNA para cobrar el sueldo durante 19 días, en el intervalo en que dejó de ser alcaldesa para pasar a presidenta de Nafarroa; no tuvo que dar ni una sola clase porque el curso ya había concluido.
El «ojalá aciertes» de Sanz
Con todo, la cuestión de fondo más preocupante para los partidarios de «los corellanos» no es personal, sino política. En setiembre de 2011, cuando Barcina logró el respaldo del 92% del Consejo Político de UPN para recuperar la alianza con el PP de cara a las elecciones estatales del 20N, Sanz despidió a Barcina con un lacónico «me opongo, pero ojalá aciertes».
Esta decisión de Barcina supuso un golpe de mano en toda regla a la estrategia fijada por Sanz tres años antes, cuando este decidió romper la fusión con el PP vigente desde 1991 para asegurarse una unidad de acción permanente con el PSN, dos líneas incompatibles.
La filosofía de Sanz se plasma en la denominada, con sorna, «teoría del quesito», por el modo en que el entonces líder de UPN la explicó en una pizarra. Es muy sencilla: parte de la tesis de que las fuerzas abertzales difícilmente alcanzarán por su cuenta la mayoría en Nafarroa, por lo que UPN debe centrar sus esfuerzos en retener a su lado al PSN y con eso tendrá asegurada la mayoría del queso.
La ruptura de Barcina con esta estrategia provocó un enorme enfado en Sanz, que llegó a poner en duda si ese 20N iría a votar. En diversos mensajes públicos, el que fuera líder de UPN durante trece años y presidente de Nafarroa durante quince vaticinó que la decisión le crearía problemas de gobernabilidad a Barcina. Ayer lo confirmó en una entrevista en «Diario de Noticias». Y acertó: tras el reencuentro UPN-PP, el PSN endureció su oposición interna a Barcina y el Gobierno se rompió en junio.
Este es el contexto en que llega el próximo Congreso. La presidenta anunció el 8 de noviembre que se presentará a la reelección y lo situó como algo «natural», aunque al mismo tiempo ya aventuró que no descarta tener competencia. Con esa cita a algo más de cuatro meses vista, los movimientos se desarrollan con la cautela habitual en estos casos y evitando enseñar cartas. Mientras, ya hay también quien ha optado por quitarse de en medio: Carlos García Adanero acaba de anunciar que renunciará a repetir como secretario general.
La tradicional colaboración entre UPN y PSN en materia presupuestaria ha hecho que prácticamente nunca se haya producido la devolución de un proyecto al Ejecutivo. Por eso será especialmente relevante lo que ocurrirá hoy en la sesión plenaria del Parlamento navarro, cuando todas las fuerzas de la oposición, salvo el PP, votarán contra el presupuesto de recortes diseñado por Yolanda Barcina para 2013. Un voto que unirá desde el PSN hasta Bildu pasando por Nafarroa Bai e I-E.
A partir de ahí, en un contexto de crisis extremo que aboca a consensos amplios, el único escenario posible parece el del adelanto electoral aunque ni siquiera se haya consumido aún la mitad de la legislatura. Barcina probablemente esté lamentando no haberlo abierto la carrera electoral en junio, cuando se quebró el Gobierno de coalición con el PSN en un tiempo récord (ni siquiera duró un año). No se decidió entonces y luego se le adelantó Patxi López en Gasteiz, lo que hacía inviable para UPN que Nafarroa celebrara comicios en las mismas fechas, porque la sincronización hubiera aumentado las expectativas de voto de las fuerzas abertzales.
Llegada ya a este punto, a Barcina le ha salido un segundo problema: el próximo Congreso de UPN, que se debe celebrar en un margen de cuatro años y el anterior fue en abril de 2009. Así las cosas, cabe la opción de que el cónclave interno sea fijado en febrero o marzo y que, en el caso de que Barcina logre vencer -y por tanto reforzarse-, convoque a las urnas antes del verano o justo después.
Esa opción del adelanto electoral ha sobrevolado sobre las conversaciones mantenidas por UPN con el PSN para tratar «in extremis» de lograr un acuerdo mínimo presupuestario. Durante algunos días dio la impresión de que Roberto Jiménez y sus compañeros iban finalmente a dar luz verde a las cuentas, lo que les hubiera permitido tomar algo de aire y ganar tiempo. Y es que parece evidente que una convocatoria electoral en este momento provocaría una polarización total entre la derecha (UPN y PP) y los abertzales (EH Bildu y Geroa Bai), en la que el PSN sufriría un nuevo retroceso, ya casi definitivo. Hay que recordar que en la actualidad solo tiene nueve parlamentarios, su peor resultado histórico.
Por una vez, el PSN se ha decantado por el riesgo. Pero resulta significativo que nada más certificar su rechazo a los presupuestos haya pisado el acelerador y marcado un claro cambio de rumbo, dando por cerrada definitivamente la etapa de acuerdos con UPN y abriendo la puerta a ententes en claves de izquierda y sin exclusión alguna, en las que el líder del PSN cita expresamente la opción de acuerdos con EH Bildu.
Era sabido que el PSN había puesto en marcha una reflexión desde octubre de 2011 para ubicarse en el nuevo tiempo mejor de lo que lo hizo en 2006, cuando se convirtió en un estorbo más que en un activo. Es ahora cuando ha verbalizado que está dispuesto a un giro profundo, pero hará falta también para calibrar si esa voluntad es real o solo trata de salvar los muebles ante esos comicios polarizados que se acercan. R. SOLA