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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Hoy toca una ronda de mitos cavernarios

Apenas quedan unas horas para que se abran las urnas en Catalunya, y en los medios de la derechona están echando el resto para evitar que catalanas y catalanes les den un nuevo sopapo. Uno de los diarios más activos es «La Razón», que ayer nos hablaba de «La `catástrofe' de la independencia», a cuenta de un informe de un instituto económico que alerta de todos los males que le ocurrian a la nación catalana si se independiza. La verdad es que cuando se tocan algunos temas salen institutos e informes como champiñones... En la misma línea, Alfonso Merlos apuntaba en ese periódico que «si resulta que una partida de lunáticos consiguiese culminar un proceso de división, confrontación e irreversible ruptura de una hermosísima región de España, el resultado sería el colapso, el derrumbe, el caos y la pobreza. Empresarios obligados a echar la persiana, obreros despedidos por sus patronos, una esquizofrenia para el más elemental uso de la moneda y el más básico funcionamiento de los bancos. Y desde luego, la imposibilidad para la tesorería pública de pagar a los empleados ese nuevo engendro político, jurídico y administrativo». Un pelín exagerado, ¿no creen? Hay una máxima que dice que para que una mentira surta efecto tiene que ser creíble. Y Merlos se ha pasado veinte pueblos.

Pero por si no hubiera quedado claro, el columnista del carcadiario insiste: «la secesión sería una catástrofe. Es decir, supondría un suceso desgraciado e inesperado en la historia de esta vieja nación, una tragedia y un desastre». Desgraciado igual para él y otros tantos, pero inesperado... una no diría tanto. ¿Y qué pasaría después? Pues para la joven promesa del columnismo del infraebro, lo siguiente: «Tirando por elevación, estaríamos ante el nacimiento de algo de mala calidad y defectuoso». De mala calidad y defentuosa es eso lo que los españoles llaman democracia.

Para que todo eso no ocurra, Merlos apela a los «ciudadanos confundidos, de corazón limpio, que aún están dispuestos a no dejarse arrastrar hasta el fondo de la cueva. Porque allí se pierde la noción de la realidad». Debe decirlo por experiencia propia. Por cierto, la columna se titula «Los mitos de la caverna». No podía ser más acertado. Para caverna, la suya.

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