Mikel INSAUSTI

Viendo «Hasta la vista» pensé en «Nacional 7» y en «Intocable», a la vez que caía en la cuenta de lo mucho que está haciendo el cine por la normalización de las discapacidades y la integración en la sociedad de quienes las padecen. Y lo bueno es que cada nuevo cineasta que toca el tema aporta matices que los anteriores no habían abordado, con lo que se completa un panorama reivindicativo que ojalá sirva para sensibilizar a las administraciones, que en tiempos de recortes no tienen consideración ni con los sectores más necesitados de ayudas.

El cineasta flamenco Geoffrey Enthoven centra el problema en la necesidad vital de emancipación que sienten tres jóvenes discapacitados, los cuáles se las han de ingeniar para escapar del sobreproteccionismo familiar. El debate deriva, en consecuencia, hacia la dependencia física y psicológica que se crea alrededor de las mal llamadas minusvalías, y que llega a coartar el libre desarrollo personal.

«Hasta la vista» reúne a tres jóvenes discapacitados deseosos de descubrir el sexo, para lo que han de organizar un viaje secreto en una furgoneta adaptada a un burdel de la costa andaluza con accesos para sillas de ruedas. La excursión, dadas sus limitaciones, supone toda una odisea. He leído opiniones que achacan a la película un exceso de metraje, cuando lo cierto es que la infinidad de obstáculos con que se encuentra el trío protagonista en su aventura de riesgo están bastante resumidos, porque si no sería interminable enumerarlos. Sus padres no se lo van a poner nada fácil, y les seguirán vigilantes durante parte del camino, pues sospechan que sus hijos les ocultan el verdadero motivo del desplazamiento, ya que no se creen que vayan a hacer una ruta por bodegas vinícolas.

En el colmo de las dificultades no consiguen encontrar una cuidadora y conductora que hable flamenco, habiendo de hacer uno de ellos de traductor del francés. Menos mal que se lo toman con humor, como en los chistes sobre un ciego, un paralítico y un...