DERBI EN ANOETA
Ni Xabi ni Sisi, ni fu ni fa
Real y Osasuna son bien definibles a partir de dos de sus jugadores: Xabi Prieto y Sisi. El partido empezó «sisi», rápido, energético, y ahí fue donde los rojos tuvieron alguna opción ofensiva. Pero luego se tornó «xabi», pausado, controlador, a la espera de una genialidad de la Real que no acabó de llegar. Al final ni Xabi ni Sisi, ni fu ni fa, ni goles ni emociones. Donde la Real quiere pensar, Osasuna necesita correr. Así que amortiguado el ritmo rojillo y apagada la bombilla txuriurdin, ya solo pasó el tiempo.
Ramón SOLA
Xabi y Sisi solo se parecen en la sonoridad de sus nombres, en el número de letras y en la posición que ocupan en el campo. En lo físico no les busquen parecido alguno. Y menos aún en lo futbolístico, donde la diferencia resulta mucho mayor aún que los dieciséis centímetros de altura que les separan. Sin embargo, sus equipos sí se asemejan terriblemente a ellos. A la Real no le incomodan la pausa ni la paciencia, sabedora de que noventa minutos son muchos para que no aparezca la calidad de su segunda línea y que un solo balón soluciona un partido. Es un equipo «xabi». Osasuna, por contra, a falta de técnica pide a gritos velocidad, por un lado para crear peligro y por otro para sacar de quicio al contrario. Es un equipo «sisi». Donde la Real quiere pensar, Osasuna necesita correr.
El partido comenzó «sisi», a todo ritmo. Como quería Mendilibar, que desde la banda parece querer acelerar el frenesí de su equipo con sus aspavientos y broncas. Nada que ver con Montanier, pura flema normanda. El caso es que el balón bailaba de lado a lado, Sisi parecía un gigante por la omnipresencia de sus 169 centímetros, y por contra no había señales de los 185 de Xabi Prieto. Y en ese intercambio de golpes Osasuna sí es capaz de pegar alguno, aunque sea con escasa precisión: siendo justos, ninguno de los seis remates encadenados en los doce primeros minutos parecieron una ocasión real de gol.
Sin embargo, al cuarto de hora el partido se decantó hacia el lado «xabi». La Real pareció arrepentirse de no haber puesto tapón en esa zona por la que Sisi corría y corría aunque fuera a ningún sitio. Sin Elustondo ni Markel, le tocó a Ilarra frenar el ritmo desbocado del juego. Otra cosa era llegar a conectar con Xabi, Vela o Griezmann, o sea, llevar la llama hasta la dinamita. Solo lo lograron los txuriurdines en un par de diagonales a partir de balones centrados desde el lateral sin apurar la banda; o sea, puro Osasuna.
Atascada la Real, Osasuna pareció cómodo. Pero esa era precisamente la trampa. En el «juego estático» los rojillos no tienen capacidad alguna de crear peligro, lastrados por la falta de fluidez en la salida de balón de sus medios centros, da igual quienes sean. Que durante 90 minutos no cayera en un solo fuera de juego refleja que los centrales de la Real jugaron muy atrás, pero también que los medios rojillos no encontraron una manera de filtrar balones tras esa red.
Puesto ya el partido al ralentí, las opciones crecían para los locales, de los que en cualquier momento se podía esperar un chispazo. Pero pasó el primer tiempo sin noticias, empezó el segundo con los primeros bostezos, y al final Rubén Pardo fue recibido como agua de mayo en noviembre. Tampoco trajo la solución. A la Real no se le encendió la bombilla de Xabi y tampoco encontró esas pilas que nunca se les gastan a tipos como Sisi.
El partido fue languideciendo hasta el tostonazo. Era la Real más gris contra el Osasuna más pesado. Y al final tocaba concluir que sumando la clase y la brillantez de Xabi Prieto con la perseverancia y el nervio de Sisinio González se puede hacer un gran futbolista, un gran equipo. Pero cuando lo que se unen son los defectos de los dos estilos, 0-0, apaga y vámonos.