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Mikel INSAUSTI | Crítico cinematográfico

¡Que vienen los coreanos!

Por alguna extraña conexión interplanetaria, cada vez que los alienígenas deciden invadir la tierra posan sus naves en suelo de los Estados Unidos. Esto ha hecho que para Hollywood los invasores tradicionales sean los marcianos, ya que es una manera nada velada de advertir al mundo sobre la superioridad yanqui: no existe fuerza capaz de atreverse a ocupar los EEUU, salvo que proceda de mundos lejanos.

Durante la Guerra Fría la URSS tampoco llegó a representar un peligro real de invasión, y casi todas las películas que ilustraban incidentes diplo- máticos de carácter prebélico ocurrían en aguas internacionales o territorios fronterizos, ya fuera cerca de Cuba o de China.

No se contemplaba una posibilidad así ni por asomo, hasta el punto de que la comedia coral «¡Que vienen los rusos!», desarrolló su humor paródico en 1.966 a cuenta de una falsa alarma. Lo que Norman Jewison contaba era el accidente de un barco soviético encallado por casualidad en las costas enemigas, concretamente en un pequeño puerto pesquero donde cundía la alarma y surgía el patriotismo espontáneo.

John Milius quiso ir más lejos, cuando en 1984 imaginó una ofensiva comunista para «Amanecer rojo». En las tropas conquistadoras había dudosas procedencias de lo más variadas, con tal de dar mayor dimensión épica a la resistencia de un grupo de jóvenes hijos del capitalismo. Para el actual remake estaba previsto que el ejército hostil fuera chino, pero han tenido que cambiarlo en plena postproducción por uno de Corea del Norte, con el consiguiente gasto extra. No es aconsejable meterse con un gigante de los mercados.

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