Dabid LAZKANOITURBURU | Kazetaria
¡Golpistas y revolucionarios, uníos!
Los sectores, aún muy vivos, del viejo régimen, la minoría revolucionaria que fue la vanguardia de las protestas contra Mubarak y los liberales ninguneados por las urnas se han unido contra los Hermanos Musulmanes. Extraña alianza que vende muy bien en Occidente la amenaza de que Egipto devenga una teocracia islamista.
En espera de la letra pequeña de la futura Constitución, y desconfiando siempre de los afanes uniformizadores de todos los que elevan la religión a categoría política superior, cabría recordar que el islamismo ha vencido en las dos últimas elecciones, estas sí, democráticas -algo tendrá pues que decir sobre la Carta Magna-. Y que El Cairo no es Seattle ni, gracias sean dadas esta vez a Dios, Egipto es Honduras.
Porque la decisión de Morsi de asumir poderes excepcionales temporales contra la judicatura, refugio de los poderes fácticos, no es sino la respuesta anticipada a un nuevo golpe judicial, como el que en junio, dos días antes de las presidenciales, disolvió el Parlamento islamista legítimo.
El Gobierno, que en agosto mandó a retiro a la cúpula militar, ha vuelto a tocar hueso al atacar a la cúpula judicial.
Le reprochan las formas. Como si una revolución pudiera ser defendida con guantes de seda. Y eso debería de sonarles a los leninistas de la Plaza Tahrir.