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En siete canciones, Gatibu resume con lustre la esencia del rock and roll popular

Pablo CABEZA

Algunos críticos puristas ven la propuesta de Gatibu excesivamente complaciente; es decir, no arriesgan, no experimentan, no son indies, vanguardistas, ni se tiran por los suelos en los conciertos ni miran a los amplificadores mientras tocan y a la par que dan la espalda al público. Semejante punto de vista no es más que una forma parcial y engreída de entender la música, ya que tal planteamiento no puede tomarse como una herramienta capaz de aportar aspectos neutros de juicio equitativos para todos los estilos. Tampoco contempla los elementos culturales que giran alrededor de la banda y de su amplio espectro de público. En cualquier caso, los especialistas suelen tender a valorar más un cierto entorno glamuroso o singular que la canción en sí, cuando esta debe de ser la estrella de cualquier juicio o situación: el resto pertenece al mundo de los gustos y los prejuicios.

A Gatibu le estima un público mayoritario, y con acierto, ya que sus canciones son píldoras rellenas de inspiración que con unas vueltas en la boca producen efecto inmediato, además de vocal e instrumentistas con talento. Aplaudo a quien es capaz de componer canciones como las de Gatibu. Todas, además y como es el caso, susceptibles de incorporarse al repertorio del directo, no como muchas formaciones que casi siempre dejan medio disco inutilizado para la escena por los rellenos de turno. ¿Quién no va a querer escuchar cada uno de los siete cortes de «Zazpi kantoietan»? Abre «Run run Katie» que posee las virtudes de «Bang-bang txiki-txiki bang bang»», o sea, un diez de inspiración. «Pausu bet atzera» le sigue en inmediatez y queda superada por «Gabak zerueri begire» y la preciosa balada «Biarritz». Excelente diseño global y, con el permiso de todos, nuestro aplauso para Haimar Arejita por su talento extra a la guitarra.

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