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El futuro de Israel, un Estado palestino

Ironías de la Historia, 65 años después de que la ONU aprobará la partición de Palestina entre el júbilo judío y el desánimo árabe, la cuestión palestina volvía a votarse en la Asamblea General. Esta vez con los palestinos asumiendo tácticamente la partición y envueltos en la esperanza, con los israelíes oponiéndose y abiertamente enojados y desafiantes. Una contundente mayoría (138 a favor, 9 en contra y 41 abstenciones) apoyó la resolución que eleva el reconocimiento del estatus de Palestina, que pasará de ser una «entidad» a un «Estado observador» no miembro. Se trata, sin duda, de un paso signicativo. Una victoria diplomática que da todo su relieve al mapa de los territorios palestinos con las fronteras de 1967, que abre las puertas a que Israel pueda rendir cuentas por sus crimenes ante el Tribunal Penal Internacional. Aunque todavía sea virtualmente, Palestina está más cerca del estado propio.

Pero más allá del valor simbólico, del abrumador apoyo global a la causa palestina, está por ver es si se convertirá en una acción política que ayude a alterar decisivamente la realidad sobre el terreno. Que haga revivir el moribundo «proceso de paz» palestino-israelí que va dando tumbos como un zombie durante las últimas dos décadas. Que obligue a Israel a dejar de administrar el conflicto y pase a solucionarlo, a que no pueda seguir manteniendo el status quo de la colonización.

Israel se define a sí mismo como el Estado «democrático» del pueblo judío. Eso es una contradicción, un simple oximorón. Un Estado democrático pertenece a todos sus ciudadanos, y más de una cuarta parte de Israel no es judía, son palestinos, ciudadanos de segunda clase. Sus hermanos en la Cisjordania ocupada, en Gaza, el mayor campo de concentración del mundo, son permanentemente humillados por la política israelí del apartheid. No son tiempos de optimismo en relación a la solución de los dos estados, pero el voto de la Asamblea General de la ONU es un buen recordatorio de una verdad básica: Israel nunca asegurará su supervivencia como un Estado democrático real sin la creación de un Estado palestino viable.

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