Txisko Fernández Periodista
La vida vale más que una hipoteca
Me voy a apropiar de unos versos de Pablo Milanés para expresar los contradictorios sentimientos que me están provocando las noticias que difunden los medios sobre los sucesivos suicidios que se están dando en relación a los desahucios.
«La vida no vale nada/ cuando otros se están matando/ y yo sigo aquí cantando/ cual si no pasara nada». El cantautor cubano dejaba claro, en primera persona, que es difícil dedicarse a la poesía en tiempos tan duros -aquellos de principios de los 80, cuando yo escuchaba esta canción por primera vez, y estos de principios del siglo XXI- si no es implicándose en las batallas políticas, armadas o civiles, y en las luchas sociales.
«La vida no vale nada/ si escucho un grito mortal/ y no es capaz de tocar/ mi corazón que se apaga». Sobre esta estrofa no hace falta comentar nada, por mucho que el contexto haya cambiado en los últimos treinta años, si es que ha cambiado sustancialmente. No voy a transcribir la canción completa pero incluyo estas palabras porque vienen a cuento: «La vida no vale nada/ si, en fin, lo que me rodea/ no puedo cambiar cual fuera/ lo que tengo y que me ampara».
Estos versos son fáciles de comprender y la idea que subyace sobre el lema repetido durante toda la canción -desde el título de la misma: «La vida no vale nada»- viene a subrayar que, precisamente, el auténtico valor de la vida reside en aprovecharla en defensa de las vidas de quienes se ven abocados a un fatal desenlace porque se han sentido solos ante la opresión de quienes creen que su vida es más importante que las de los demás; ante la violencia de quienes consideran que su negocio es más importante que cientos o miles de vidas; ante la indiferencia de quienes vuelven la cabeza ante la muerte de los demás porque se creen a salvo de la mano opresora.
Hipotecarse de por vida puede ser una forma de aferrarse a un frágil salvavidas, pero en ningún caso la vida de una persona puede medirse en función del valor de una hipoteca. Por eso, ante los gritos mortales, cada vez más gente está decidida a cambiar las cosas, a seguir viviendo para que el mundo cambie, para que se acabe el negocio de quienes juegan con la vida de los demás como si no valiera nada (o menos que una hipoteca).