Ibiliz Ibili | Juan Mari Feliu
Montañas navarras con Donostia a los pies
La excursión se mueve por uno de los escenarios más espectaculares del megalitismo vasco, situados entre los límites de Nafarroa con Gipuzkoa donde las montañas se sumergen bajo el Atlántico. Los Altos de Añone, Errekaleku y Arriurdin son unos de esos lugares donde poder disfrutar de magníficas panorámicas. No en vano se dice que Arano es el único pueblo navarro donde se puede ver el mar.
Estas tierras del alto Urumea son montaraces, con un relieve de altivas montañas y sinuosos barrancos, cubierto de densos bosques. Las constantes lluvias del cercano océano han horadado profundos barrancos por donde sus aguas dan nacimiento al río Urumea. Las pertinaces nubes que se concentran en estas montañas obligan al excursionista a buscar en cualquier caso un día con buena climatología, si es que queremos disfrutar de bellos paisajes a lo largo de este recorrido rozando las mugas de Goizueta con Arano.
Del pasado de Goizueta quedan pocas noticias. Si venimos de Leitza, dos kilómetros antes de llegar a la muga de Goizueta, podremos ver en la orilla contraria del Urumea los restos de la torre medieval de Ibero, junto otros de una espectacular ferrería. La villa de Goizueta fue incendiada por los ejércitos castellanos en 1430, sin que apenas quedaran sus cimientos al ser casas de madera. Tras su reconstrucción se conservan algunas antiguas casonas con entramados de madera de los siglos XVI-XVIII. También restos de antiguas ferrerías, el puente Zubiondo, junto la iglesia y un lavadero rehabilitado frente al pórtico del templo, muestran parte de su patrimonio histórico. Pero si hay algo digno de ver es su excepcional patrimonio prehistórico diseminado en las montañas de Goizueta, quizás la mayor concentración de Euskal Herria.
Para casi tocar el mar donostiarra desde estas montañas coronadas de una hilera de cromlech, una vez en la plaza de la iglesia hemos de cruzar el Urumea por el puente medieval Zubiondo. En la orilla contraria seguiremos guiados por las señales de un sendero local, dejando al paso el viejo frontón y el cementerio. Una vez bajo la casa Zelai-Eder, abandonamos el asfalto para iniciar la subida por un antiguo camino a la sombra de castaños hasta desembocar en el caserío Arrandari, donde la pendiente se estabiliza. Una pista de cemento nos facilitará el avance por los flancos de la montaña hasta el caserío Martintxene, donde el cemento da paso a una pista de tierra.
Se cruzan prados y bosquetes de hayedos sin dejar de ver la altiva cumbre de Mandoegi al otro lado del profundo barranco. Más arriba cuando damos las señales del GR 121, veremos a la derecha el dolmen de Añone, donde hay unas ruinas y una finca con las simpáticas betizu, la pequeña vaca autóctona. Poco más arriba estaremos en el collado de Errekaleku, histórico cruce de caminos entre Elduain, Arano y Leitza. Aquí, entre una concentración de 27 cromlech, una auténtica necrópolis descubierta por J. M. Barandiaran en 1923, daremos vista a Donostialdea, una panorámica que se irá acrecentando conforme ganamos los lomos cimeros de Arriurdigain (709 m.). Donosti y sus inconfundibles Igeldo, la isla de Santa Clara, Urgull y Ulia, se encuentran a tiro de piedra. Con la vista puesta en el escalonado pueblo de Arano, el itinerario pierde altura por la loma donde seguiremos viendo otros conjuntos de crómlech.
Una vez en el amplio collado de Deskarga, las señales nos indicarán la continuación por una pista de tierra, situada bajo la nave ganadera de Exola, que nos llevará tras numerosas revueltas, una vez bajo el bosque de Pattain, a un carretil a la altura de la villa Leku-Eder. Por ella continuaremos hasta desembocar en la orilla del Urumea, frente el elegante palacio de Alduzin. Sin necesidad de cruzar a la carretera de Goizueta-Hernani, continuar por la orilla izquierda del río, dejando al paso el camping y recoletos rincones entre prados y bosquetes hasta el puente de La Magdalena, que nos dará paso a la carretera de Hernani y al inmediato casco urbano de Goizueta.