Hungría volvió a hacerlo. Por tercera vez en la historia del Campeonato Europeo, tras perder de goleada en la semifinal, en los tres casos ante Noruega (como anteriormente en 1998 y en 2004), acababa llevándose la medalla de bronce. Dos veces puede ser casualidad, pero tres parece confirmar el hecho de que Hungría se concentra en las batallas que puede ganar, y ayer lo hizo ante un anfitrión apoyado por 11.000 personas en las gradas que empezó el campeonato sin grandes expectativas, rozó el pase a la final, y acabó frustrado fuera del podio.

Esta vez Hungría necesitó la prórroga, tras llegar con dos goles de ventaja a 2.30 del final de los 60 minutos reglamentarios, y ver como Popovic y Ognjenovic (a 11 segundos de que sonara la bocina) igualaban el marcador (33-33) forzando la prórroga.

Las húngaras habían llevado el mando en el tanteador casi todo el partido, apoyadas en los goles de sus dos laterales (Tomori y Redei-Soos, 17 goles de 27 lanzamientos entre las dos), y en la eficacia de Anita Görbicz desde los 7 metros (6 de 6).

Serbia, en un día en que las porterías aportaron poco, se mantenía a escasa distancia con los goles de sus tres estiletes ofensivos, la extremo Ognjenovic, la central Lekic y la lateral diestra Filipovic -que ha hecho un sensacional final de campeonato-, con 7 tantos cada una.

Los primeros 5 minutos de la prórroga acabaron con ventaja serbia de un gol, pero la reanudación de Hungría fue sensacional, con un parcial de 5-0 que desnivelaba el partido a su favor y le permitía sumar su tercera medalla de bronce, que acompañan a su oro del Europeo 2000.