Nueva reedición de «The Velvet Underground & Nico», esta vez por su 45 aniversario, álbum que se publicaba originalmente en marzo de 1967 y que, a pesar de contar con el apoyo de Andy Warhol, no logró pasar del puesto 171 de las listas de Billboard, entrando en el 199.

Semejante fracaso inicial, se habla de unas ventas de tan solo varios miles, y el sorprendente éxito posterior es un caso extraño en la historia de la cultura rock. La primera desafección atiende a la ruptura musical que el grupo proponía respecto a lo que sonaba por aquellos años en EEUU. Su sonido chirriaba entre lo pulcro y lo sucio, la reiteración, algunas desarmonías, el minimalismo y la viola de John Cale. Además, las letras de Reed hablaban de forma poética, pero muy cruda del lado oscuro de Nueva York, el mismo color de gafas negras que solían usar.

De otra parte, el mecenazgo de Warhol (quien les contrató para trabajar en la Factory) resultó un arma de doble filo, ya que algunos aventuraban cierta artificialidad en el proyecto. Tampoco se puede olvidar que 1967 fue el verano del amor, el tiempo de los jipis, la presión de los Beatles y la guerra del Vietnan.

El espectáculo que llevaba la Velvet se llamaba Exploding Plastic Inevitable. El grupo tocaba en directo mientras que un set coreográfico ambientaba el escenario al tiempo que se proyectaban diversas imágenes y colores saturados

Warhol impuso la inclusión en la banda para este disco de Nico, una modelo Alemana que en fechas previas había realizado en España unos sugerentes anuncios de Terry, una especie de coñac, en el que se veía a la rubia alemana con una camisa blanca larga a lomos de un caballo blanco paseando por la orilla del agua, con los muslos al viento. Lou aceptó la imposición de mala gana, pero lo que ofrecía Warhol compensaba. También sería este el encargado de realizar la portada, el conocido plátano que en su edición original era una pegatina ocultando un interior fálico. No se buscaba el escándalo, pero sí lijar sobre una realidad condescendiente y, en cierto sentido, acomodada artísticamente.

Son las once

El álbum se inicia con un ligero y volátil sonido de xilófono que introduce a la banda en una balada de aparente inocencia. Reed canta con inocencia estudiada sobre lo malas que son las resacas de un domingo tras una noche previa agitada.

Con «I'm waiting for the man» la Velvet muestra su otra cara, la del sonido hojalata reiterativo, machacón, sonoridad inédita en la escena rock hasta la llegada de VU. Reed relata la experiencia de salir a la calle en busca de drogas sin que aparezca tu camello. La Velvet fue una de las primeras formaciones que se atrevió a cantar sobre temas como las drogas, la homosexualidad o el sadomasoquismo.

Las once canciones del disco continúan alterando la percepción. De una balada se pasa a un tembleque coordinado de acordes desarmonizados, para partir desde ahí hacia otra pieza de extrema belleza cantada por Niko, «Femme fatale». Niko tuvo que grabar la canción decenas y decenas de veces hasta conseguir una pronunciación inglesa adecuada. Se cuenta que lloró con amargura. De semejante aturdimiento, la banda sale girando hacia la sicodélica «Venus in fur», una canción con aires hindúes, seductora y donde regresa la reiteración con tantra rockero hipnótico. El blues sucio se escribe con «Run run run» y el folk decadente y sombrío aparece con la demoledora «All tomorrow's parties».

Resta medio disco, con los siete minutos de «Heroin», y ya es suficiente para comprender lo que fueron y lo que representarán para el futuro.