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FINAL DEL CUATRO Y MEDIO

Con el hábito de campeón

Aimar Olaizola ha conseguido que algo tan extraordinario como conseguir una txapela se haya convertido en algo habitual, casi vulgar. El de Goizueta consiguió ayer su sexta txapela del acotado, decimoprimera como profesional, como el quiosquero le ha vendido este periódico que tiene entre sus manos, o como el camarero le sirve el café para acompañar su lectura.

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OLAIZOLA II 22

BENGOETXEA VI 9

 

Jon ORMAZABAL

Además de ganar otra txapela, Aimar Olaizola puso ayer un ladrillo más a ese muro que parece haber construido y contra el que todos sus rivales parecen condenados a estrellarse irremediablemente una y otra vez. Tal es el estado de juego y mental que el delantero de Goizueta ha desarrollado que está en un momento en el que su sola presencia en este tipo de partidos logra descolocar a todos sus rivales. Tanto que incluso sus éxitos corren serio peligro de desvirtuarse, porque está logrando que hacerlo todo bien parezca algo sencillo y habitual.

Pero ni mucho menos. Por mucho que con el de Goizueta en cancha cruzar los ganchos con esa precisión, sacar con ese peligro, arrimar la pelota a la pared con ese veneno y defender como si no costara esfuerzo solo es posible cuando uno de los elegidos, uno de esos nombres para la historia, ha alcanzado el cénit de su carrera.

La peor parte de todo esto es que rivales de la calidad y la capacidad de jugar bien en la jaula como Oinatz Bengoetxea parezcan pequeños, en cierto modo, recordando lo que sucedía con ciclistas como Bugno y Chiapucci, que sufrieron en su tiempo la tiranía del gran Indurain.

Bloqueado de inicio

La final se vio también bastante deslucida, no ya porque el desenlace se está repitiendo como en los westerns de hace unos años, donde siempre ganaban los mismos, sino porque en esa búsqueda de antídotos para poder hacer frente a Olaizola II sus rivales acaban perdiendo sus mejores cualidades.

Tras el partido de la liguilla de cuartos de final en el Labrit, Oinatz Bengoetxea se presentó ayer en Gasteiz con la idea de que, para ganar a Aimar, debía ser más agresivo, y confundió el juego agresivo con las prisas, olvidándose de todas esas virtudes que lo han llevado a ser un candidato a todo. El de Leitza ayer estuvo a años luz de ser ese pelotari incómodo y peleón, letal al contraataque, que ha sido capaz de poner en apuros a todos, incluso al propio Aimar, al que ya ganó en el campeonato navarro del acotado.

Pero ayer todo fue distinto, ya desde el primer resto, al que entró de aire por esas ganas de buscar algo diferente, se vio a un Oinatz Bengoetxea sobreexcitado y sin encontrar nunca su sitio sobre la cancha.

Por desgracia para él, los títulos no han terminado de saciar a Aimar Olaizola y el vigente campeón no tuvo piedad de su compañero de empresa. Sin tener que hacer nada del otro mundo, pero manteniendo la concentración al 100% en todo momento, puso la txapela en dirección a Goizueta en un abrir y cerrar de ojos.

Basta decir que, con solo 46 pelotazos y sin llegar a cumplirse los dos minutos de juego real, el marcador -el tradicional de cartones, porque el otro falló- ya marcaba un 13-0 que dejaba sin trabajo a unos corredores que volvieron a tener una jornada muy complicada, con momios de 40 a 100 de inicio. De esos trece tantos, siete llegaron con la jugada inicial, incluyendo un par de restos en los que Oinatz buscó entrar de aire y otro en el que el de Leitza pasó la línea del cuatro y medio.

En ese ansia de buscar la iniciativa del tanto cuanto antes, Oinatz Bengoetxea se comió el bote de la pelota en otro par de ocasiones dando pie a que Aimar Olaizola sacara a relucir su temido gancho de izquierda. En ese intervalo, apenas hubo un par de tantos peloteados, en los que a Oinatz Bengoetxea le tocó correr de lado a lado, sin opciones a tomar el mando. Además, las prisas tampoco le dejaron culminar esas contadas ocasiones en las que pudo romper con la racha de un Aimar Olaizola que parecía dispuesto a irse al cartón 22 sin descansar.

Reacción tardía

Visto cómo iba el partido, con un Aimar Olaizola crecido y sin intenciones de levantar el pie del acelerador, los comentarios sobre marcadores históricos en finales habían comenzado a surgir en las gradas cuando, tras un buen peloteo, Oinatz consiguió zafarse de la defensa de Olaizola II con un pelotazo atrás que fue a morir junto a la pared izquierda del Ogeta. Fue un alivio, para Oinatz Bengoetxea, para el público que quería comenzar a disfrutar de la final, para los organizadores, e incluso para el propio Aimar Olaizola.

A base de mantener la intensidad y de exhibir una defensa encomiable, llevando pelotas imposibles como si no le supusiera ningún esfuerzo, el delantero de Goizueta se encargó de que su txapela no corriera peligro en ningún momento, pero al menos se consiguió salvar parte del espectáculo.

Ni siquiera los seguidores más acérrimos de Aimar Olaizola habían disfrutado demasiado de uno de los días señalados de la pelota y, a partir de ese instante, al menos hubo contados tantos en los que incluso Oinatz Bengoetxea dio muestras de esa calidad que había estado desaparecida hasta entonces.

Eso sí, el «Aimar 22ra» que rezaba una de las enormes pancartas del rebote, y que parece haberse convertido en habitual, llegó antes de lo que todo el mundo hubiera querido. Lástima que la segunda parte, el «preso eta iheslariak herrira» no llegue con la facilidad, rapidez y naturalidad con las que Aimar Olaizola sigue acaparando txapelas.

 

AFICIONADOS

Horas antes del partido del Ogeta, se disputó en el Andra Mari de Getxo la final del Elite de la Federación Vasca, en la que el guipuzcoano Xabier Urbieta consiguió el título al imponerse a Erik Jaka por 22-9, el mismo resultado que se repitió por la tarde, con un guión similar.

Nadie le ha ganado mano a mano este año

Aunque descontextualizar a cada pelotari o deportista pueda resultar un ejercicio, cuando menos, osado, hablar de Aimar Olaizola como el mejor pelotari de la historia dentro del Cuatro y Medio es una afirmación que muy pocos podrán rebatir con argumentos sólidos.

Habrá pelotazales a los que trasmita más o menos, a los que su estilo guste o disguste, los que, por una u otra razón lo idolatren o defenestren, pero los datos en este sentido son más que elocuentes y sus seis txapelas en once participaciones son un dato difícilmente rebatible.

Desde que debutara en 2002, con una txapela labrada desde lo más bajo de la escalera, teniendo que sumar nueve victorias para superar a Abel Barriola en la final por 22-13 en el propio Ogeta gasteiztarra, teniendo incluso que amoldarse a un nuevo estilo de juego, ha sido el claro dominador de la especialidad.

En total han sido 45 los partidos de campeonato disputados en esta década de acotado, con un total de 37 victorias, lo que da un 82,2% de victorias, inalcanzable para el resto.

Además, con su victoria de ayer, suma un año prácticamente inmejorable en el que solo se le ha escapado el Parejas, por la lesión de Beroiz en el partido que daba el pase a la final. En cómputos generales, ganaron 15 partidos y perdieron solo dos. En el Manomanista se llevó la txapela con tres victorias y ninguna derrota, y el Cuatro y Medio lo ha conseguido con cinco triunfos y ninguna sola derrota.

J.O.

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