Mikel INSAUSTI

Buen début en la realización del guionista Alex Kurtzman, cambiando totalmente de registro con respecto a su carrera precedente. Como escritor había colaborado en grandes producciones de cine fantástico, pero en su ópera prima ha optado por una película pequeña de tono intimista. Ya de entrada se le puede reconocer un sello propio, al abordar el drama familiar mediante un original tratamiento que maneja el suspense como si de un thriller se tratara y el enredo como si fuera una comedia, sin ser ninguna de las dos cosas.

El aparentemente convencional esquema argumental se podría haber resuelto por la vía rápida, pero Kurtzman se toma su tiempo para desarrollar los personajes e ir descubriendo sus pequeños secretos poco a poco. Es de agredecer que por el mismo precio de la entrada mantenga al público entretenido durante dos horas, por no hablar del respeto que merece el tema de las familias desestructuradas, cuya complejidad aconseja concederle la atención y el detalle que merece.

El joven protagonista se cree hijo único, aunque le sorprende que su padre solo le haya dejado en herencia la colección de vinilos, pues fue un productor musical de larga trayectoria profesional. También hay un neceser con 150.000 dólares dentro, pero no son para él. Debe entregárselos a una madre soltera que lleva sus mismos apellidos, con lo que desubre que tiene una hermana y un sobrino. En lugar de cumplir el encargo sin hacer preguntas, el chico comienza a observar a esta nueva familia paralela o complementaria que acaba de conocer, ocultándoles su verdadera identidad. El momento clave en que ha de revelarles quién es en realidad se hace esperar, con la satisfacción de que la confesión va unida a un desenlace muy bien resuelto. Gracias a una vieja película casera en súper 8 todos los implicados en el caso comprenderán que habían prejuzgado, según los tópicos sociales más recurrentes, la siempre conflictiva figura del padre ausente. Pero el hombre tenía sus motivaciones para hacer lo que le tuvo que hacer.