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Raimundo Fitero

Sí bwana

Fue anunciada como un gran evento televisivo, un capítulo «histórico». El responsable de los servicios informativos de TVE, Julio Somoano, ha sido incapaz de calibrar las consecuencias negativas de su operación de maquillaje monárquico escenificada por Jesús Hermida y el propio Borbón.

Sí, Jesús Hermida ha dilapidado el poco prestigio que le podía quedar con uno de esos actos infames que solamente provocan rechazo, desprestigio para el periodismo, azote devastador para el género entrevista y que, probablemente, ni sirva para lo que fue concebida dentro de esa desesperada «Operación Zarzuela», consistente en reconstruir la figura del suegro de Iñaki Urdangarin, el cazador de osos borrachos y elefantes con colmillos majestuosos. Es difícil imaginarse algo más irreal, más manipulado, más corto de miras. Los parodistas y cómicos lo tienen crudo, el original es una parodia de cualquier reyezuelo de zarzuela barata, y su telegenia no transmite otra cosa que cinismo enmascarado en una ficticia bonhomía que no aparece nada más que cuando retuerce la cuerda de la corrupción democrática al hablar de su padre con emoción y de su hijo con admiración.

Y allí en medio, Jesús Hermida, a la altura de las circunstancias, es decir en el suelo, como un felpudo, soltando unos rollos terribles en esa tertulia monárquica, oligárquica, franquista, acrítica, fuera de toda lógica circunstancial, hecha fuera del tiempo y del espacio, y que por mucho homenaje que se le quisiera rendir por cumplir setenta y cinco años, el pueblo que le paga, al que expolia, merecía otro tipo de actitud, otro tipo de comunicación, no solamente para decir obviedades y mentiras, siempre desde la inmutabilidad ideológica de que él tiene el poder delegado por Francisco Franco. Eso no se discute. Indignante.

No se cansó de decir el hombre que narró la llegada a la Luna al suegro de Urdangarin, «señor», «majestad», y el otro le tuteaba con una campechanía que no era otra cosa que la soberbia feudal del que trata a sus súbditos como le pasa por los cojones. Y uno recordaba un chiste en el que dos porteadores africanos, después de repetir a sus captores y negreros, lo de «sí, bwana», comentaban, «la que se va a armar cuando se enteren que bwana quiere decir hijo de puta». Pues eso. TVE al servicio de las causas perdidas. Y un periodista jubilado, ultimando su paso voluntario a la parte oscura de la profesión, la que hace lo que le mandan por dinero.

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