INFORME SOBRE LAS VULNERACIONES DE DERECHOS EN EL SÁHARA
«Ha habido también una expropiación de la memoria»
Médico y Doctor en Sicología Social
Carlos Martín Beristain, autor del informe «El oasis de la memoria. Memoria histórica y violaciones de Derechos Humanos en el Sáhara Occidental», lleva 24 años trabajando con víctimas de la violencia en América Latina y también en Euskal Herria.
Ainara LERTXUNDI | DONOSTIA
En la presentación del informe, se emocionó al escuchar las palabras de agradecimiento de El Ghalia Djimi, cuyo testimonio también se incluye en esta amplia investigación junto al de Aminatou Haidar. ¿Qué ha supuesto para usted este trabajo?
Cuando realizas un trabajo de estas características, la gente te regala una confianza muy profunda. El pueblo y las víctimas saharauis han sido muy despreciadas. Sus palabras y memoria han sido vaciadas de contenido, durante mucho tiempo no han sido creídas ni tenidas en cuenta. Soy consciente por mi trabajo de lo que supone para una víctima poner su testimonio, historia y corazón en manos de otros y que esa memoria sea digna para la gente, en la que se sienta reconocida y sea un objeto de estudio. Una memoria en la que sienta reflejadas su historia, dolor, reivindicaciones, y también su resistencia.
«El oasis de la memoria» aborda la causa saharaui desde el punto de vista de las víctimas, un enfoque no muy habitual, ya que se suele limitar al plano político y a los campamentos de refugiados. ¿Le ha resultado difícil superar esa barrera de lo colectivo para pasar a un plano mucho más íntimo?
Sí, y en el caso del Sáhara más. Hay dos obstáculos a superar desde el punto de vista de las víctimas. Por un lado, la tendencia a tener un relato más o menos superficial de los hechos, porque muchas veces la gente se ha socializado en ese dolor. Casi todos saben lo que le ha pasado al otro y, cuando lo comparten entre ellos, no tienen que hablar mucho de ello, porque es parte de la historia colectiva. Y, por otro lado, para los saharauis el sentir político del testimonio y visibilizar su causa y el derecho a la autodeterminación -motivo principal por el que han sido torturados, encarcelados, desaparecidos- ha sido siempre lo más importante. Hemos tenido que romper esa manera de ver el testimonio y cambiar el modo en el que se ha escrito o trabajado en otros contextos, lo cual demuestra el enorme valor de la confianza que han depositado en nosotros las víctimas. Para quien ha estado diez o quince años detenido-desaparecido en un centro clandestino, hablar de cómo fueron los hechos, la tortura, de los compañeros que murieron, de los relatos de hambruna... ha supuesto un viaje de regreso al horror y volver, en cierta forma, al escenario de la pesadilla.
Usted ha trabajado también en otros escenarios de conflicto, especialmente, en Latinoamérica. En la rueda de prensa que ofreció en el Ayuntamiento de Donostia, resaltó que el Sáhara es el único sitio donde ha habido detenidos-desaparecidos durante quince años y que, en proporción con su población, tiene una mayor tasa de desaparecidos que Argentina durante la última dictadura militar. ¿Qué diferencia al contexto saharaui del latinoamericano?
Estamos hablando de bombardeos a la población civil, que en otros conflictos en América Latina no se han dado. La gente se refugió en el desierto pensando que la situación iba a cambiar y que podrían volver a su tierra, pero estando ahí comenzaron los bombardeos, por lo que emprendiendo la huida hacia Tinduf. Los refugiados son hijos de esos bombardeos y el hecho de que lleven 37 años en un campo de refugiados constituye, junto a la de Palestina, una situación única en el mundo. Eso significa que el problema de refugio termina perdiendo la perspectiva de derecho humano -no se aplican los Principios de Pinheiro, de derecho al retorno, el derecho a la reparación de los refugiados...-. Es como si la gente estuviera ahí porque así lo ha querido. Los desaparecidos en centros clandestinos de detención durante incluso quince años constituyen también una situación única en el mundo. Sin contacto alguno con el exterior, fueron sometidos a torturas y a extremas condiciones de vida. Documentamos varios casos de hambruna, de gente que literalmente murió de hambre, que no tenían más que hueso y pellejo. Los cuerpos de seguridad del Estado que controlaban estos centros tenían la consigna de que solo les avisaran cuando la persona ya había muerto.
¿Qué huellas deja todo ese terror en la sociedad?
La del miedo y el silencio, ante todo. Durante muchos años, no solo el conflicto saharaui ha estado olvidado sino que las víctimas no han podido hablar. Cuando aquellos desaparecidos salieron de los centros clandestinos se encontraron con una sociedad con la cual no podían tener relación más allá del ámbito familiar. No podían hablar de lo que les había pasado. Hasta 2005 apenas se conocía lo que ocurría en los territorios ocupados del Sáhara Occidental. Ese año, salieron a la calle para rechazar el plan de autonomía de Marruecos en lo que ellos llaman Intifada saharaui. Ha habido una expropiación no solo del territorio y de la capacidad de decidir sino también de la memoria. El título de la investigación, «El Oasis de la memoria», es una metáfora del desierto, de una cultura oral. Hubo víctimas a las que entrevistamos que empezaron a recitar los nombres completos de 25 personas con las que compartieron cautiverio. Esta memoria oral necesita ser escrita y contada a las nuevas generaciones.
¿Qué mecanismos pueden permitir a una sociedad que ha vivido situaciones tan atroces mirar hacia adelante?
Obviamente, el reconocimiento de la verdad. Tal y como dijeron Aminatou y El Ghalia en la presentación, hay una parte de la historia que no puede ser negada. No contar ese marco de verdad te borra de la historia y de tu realidad. Para los familiares de los desaparecidos, que constituyen entre el 25 y el 30% de los entrevistados en este informe, es lo más importante. Lo que quieren es saber qué pasó, cuál fue el destino de su familiar, dónde fue enterrado, que le sean devueltos sus restos, que se investiguen las responsabilidades... Marruecos ha reconocido públicamente los nombres de 207 personas que murieron durante el periodo de detención pero se limita a decir que fallecieron, sin explicitar las causas ni el lugar. Para muchos eso sigue siendo un insulto.
A diferencia tal de vez de otros contextos, en el saharaui la reparación pasa también por el reconocimiento del derecho a decidir. Si uno lo mira en términos sicosociales, está relacionado con la necesidad de dar sentido al dolor. Para mucha gente, el reconocimiento de sus derechos daría sentido a todo su sufrimiento. En mi opinión, tendría un profundo valor positivo y reparador. La reparación también está ligada al derecho al retorno y a la reconstrucción de las relaciones familiares, a recuperar su territorio y sus bienes. Estamos hablando de un pueblo dividido en dos, de familias que en 30 años no se han visto. Solo a partir de 2006 y gracias al programa de la ACNUR, se empezaron a establecer visitas entre los dos territorios. La reparación engloba, además, toda la simbología que reivindica al rey Hasan II y al régimen que los oprimió, la petición de disculpas públicas y la dignificación de las víctimas y su atención sanitaria, ya que la gran mayoría quedó con fuertes impactos sicológicos y algunas con graves problemas de salud mental.