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Retirada de las ayudas a personas en exclusión social

Lanbide retira ayudas a personas en gran riesgo de exclusión

Colectivos sociales de Bizkaia denuncian nuevos recortes en prestaciones sociales. La suspensión «invalida cualquier opción de salir adelante»

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Mikel PASTOR | BILBO

«No le dejamos por miedo a que coja algún catarro. Si de él dependiera se quitaba la ropa aquí mismo!», nos advierte un miembro de uno de los colectivos sociales de Bizkaia, señalando a Periko Solabarria, histórico militante de la izquierda abertzale y omnipresente en este tipo de reivindicaciones. El hombre al que entrevistamos se encuentra absolutamente desnudo, junto a cuatro compañeros más, denunciando que la retirada por parte de Lanbide de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) a personas que estén en pisos de reinserción o albergues «nos deja como estamos ahora, desnudos, solos, absolutamente desamparados».

Tras la pancarta de esta original protesta se encuentran, no obstante, historias duras, tristes, oscuras, de las que apenas salen en las radios o televisiones. Historias de superación, pero también de recaídas, de volver a golpearse una y otra vez contra la misma piedra. Para estos «invisibles», como ellos mismos se definen, la decisión de Lanbide supone un golpe a la línea de flotación de su subsistencia. Un palo a cualquier aspiración de salir del círculo vicioso en el que se ha convertido su vida.

Ese es el caso de uno de los afectados por la medida adoptada por el departamento de empleo de Lakua. Según explica a GARA, la suspensión de esta ayuda supone «invalidar cualquier opción de que salgamos adelante. Esto es, se da por supuesto que con una cama y comida en cualquier albergue se cubren las necesidades de una persona, obviando que parte de ese dinero que recibíamos podría ser invertido en cursos de formación, algo absolutamente necesario para poder trabajar y salir adelante, y no ser absolutamente dependiente de las ayudas».

Esa sensación de «abandono e impotencia» se ha extendido entre los más de mil afectados por la supresión de esta ayuda, que han visto cómo el Gobierno de Gasteiz «nos ha negado cualquier opción para avanzar. Nos ha quitado esa ropa de abrigo, ese café cuando hace un frío que pela. Nos ha quitado el no tener que salir a la calle a pedir».

Otra compañera que se encuentra en su misma situación asegura que esta realidad, además de suponer un problema de supervivencia, «te destruye personalmente, porque te hace sentir absolutamente dependiente de los demás. No tienes nada más de lo que te dan. Y eso mental y sicológicamente produce un desgaste y un dolor casi superior al físico. Y mi situación es extrapolable a todas las personas que nos encontramos en riesgo de exclusión social».

La caña y el pez

Dice un conocido axioma revolucionario que «si ves un hombre hambriento, no le des un pez, dale una caña y enséñale a pescar». Esa sensación de valerse por sí mismo, de independencia personal, es la que sienten que les han robado. Lo doloroso de no poder tener caña, trabajo, para salir adelante, es lo que más preocupa a la gran mayoría de ellos.

«Muchos de nosotros, personas que hemos vivido en primera persona problemas como la drogadicción, sabemos que tendemos a relacionarnos poco en esos momentos, a ir por libre. Por eso es tan importante esa lucha, porque nos ha hecho recuperar el sentido colectivo de pelear por nuestros derechos, por nuestra dignidad, de unirnos por un objetivo común», explica un miembro de la Asamblea de Invisibles.

Este mismo activista explica que para mucha gente esta protesta por la retirada del RGI es su primera lucha por unos derechos, «con lo que esto supone de dificultoso, aunque también con ese regusto dulce que te da pelear por lo que te corresponde». Sabor que muchos excluidos sociales han probado por primera vez, y a tenor de lo declarado ayer, siguen queriendo degustar. «No vamos a renunciar a nuestros derechos. Es vergonzoso lo que está ocurriendo con la RGI. Nos han avisado de su retirada por teléfono y el último día. Vamos a luchar para recuperarla» advierte el mismo manifestante.

Otros colectivos fuertemente castigados por la crisis también se unen a esta protesta. Es el caso de un miembro de la asamblea de parados de Errekalde que, consciente de la crueldad de las draconianas medidas de austeridad, en forma de recortes que se han llevado a cabo contra las capas sociales más bajas, muestran su solidaridad activa. «Estoy aquí porque sé que en cualquier momento nosotros, los parados, podemos estar igual de mal que ellos. Al ritmo de recortes que vamos, muchos de nosotros nos encontraremos en muy poco tiempo en riesgo de exclusión social. Antes de que eso pase, debemos solidarizarnos y unir nuestras fuerzas con los que ya están sufriendo toda la crueldad de la crisis», explica este vecino del barrio bilbaíno.

Esa sensación de «el siguiente puedo ser yo» favorece la solidaridad, la compenetración y la comprensión de varios activistas sociales que, aunque más desahogados económicamente, ven acechar al fantasma de la exclusión social a la vuelta de la esquina.

Por la justicia social

Los colectivos sociales aprovecharon la comparecencia de ayer para condensar todos los problemas que traerá esta última medida de Lanbide en un texto que leyeron ante los medios reunidos.

En ese escrito explicaban que todas las personas empadronadas en albergues y que recibían la RGI, con intención de poder alquilar algún día un piso o una pensión, dejarán de percibir la ayuda.

Este recorte supone «que las personas que están en pisos de inserción y acogida de forma temporal por diferentes motivos no van a poder independizarse, salir a la calle. Esto les va a llevar a la mendicidad o a la delincuencia».

La onda expansiva de esta medida de Lanbide también afectará a las propias asociaciones que gestionan los recursos residenciales: «Lo van a tener muy difícil para haces sus proyectos viables económicamente, ya que gran parte de los gastos que se dan para la manutención de las viviendas vienen sufragados por las aportaciones económicas de los usuarios», explica el documento.

El acto terminó con emplazamientos a Lakua a que dé marcha atrás en esta medida. Mientras, decenas de personas gritaban «no queremos caridad, justicia social!». Algunos mensajes llegan mejor desde la garganta que desde la tinta.

un millar de personas

Más de mil personas en situación de exclusión en toda la CAV perderán los únicos ingresos que tenían, ingresos que además de cubrir sus necesidades básicas, ayudaban a las asociaciones que gestionan los recursos residenciales.

daño sicológico

Además de al bolsillo, esta medida hace daño, como reconocieron los propios afectados, a la autoestima y a la visión personal de uno mismo, convirtiéndoles en personas absolutamente dependientes y sin capacidad de valerse por sí mismos.

SOLIDARIDAD

Miembros de los diferentes colectivos sociales de Bizkaia participaron en la protesta de ayer. También estuvieron componentes de asambleas de parados, que reconocieron que «en cualquier momento nos podemos encontrar en la misma situación que ellos».

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