Hasta Marcelo Bielsa, muy generoso siempre a la hora de contabilizar las ocasiones de gol de los suyos, perdió anoche la cuenta de los ¡uy! que sumó su equipo. La falta botada por Ibai Gómez en el minuto 90, tocada de cabeza por Aduriz con la defensa verdiblanca clavada e Iraola que no acierta a remachar casi sobre la línea de meta de un inmenso, ayer, Adrián, ejemplifica el porqué el Athletic no se llevó tres merecidos puntos del Benito Villamarín. Lo tuvo en la manno, o mejor en las botas y en la cabeza de unos cuantos de sus jugadores, y no hubo manera. No hay manera. Se sobrepusieron los bilbainos a un sorpresivo gol antes del minuto de juego, deambularon durante los primeros veinte minutos, y recordaron el resto del encuentro al Athletic de la campaña pasada. ¿Una nueva ilusión? Pues como la resurrección de un corajudo Iker Muniain, habrá que confiar en que lo mostrado en Sevilla no sea un nuevo espejismo y este punto, que sabe a poco, sí, sea el de la confianza, el pasito a pasito sin mirar atrás.

El Betis llevaba 53 partidos de Liga sin lanzar un solo penalti y había igualado su récord en Primera. Pues a los 44 segundos de partido, Gorka Iraizoz se lo ponía en bandeja. Salva Sevilla que gana la espalda a la defensa rojiblanca, el portero navarro sale a por uvas al lateral del área y se traga al bético. El 1-0 en el marcador era ya un uno en la casilla porque de 39 penaltis que ha recibido en contra el guardameta iruindarra, 36 han acabado en el fondo de las mallas, 1 se fue al larguero y 2 detuvo, uno a Cristiano Ronaldo y otro a su compañero Aduriz. Rubén Castro se encargaba de agradecer el regalo y al Athletic, que había salido con la caraja, se le ponía el marcador muy empinado.

El Betis de Pepe Mel era un vendaval, sobre todo arriba, donde los leones más parecían pollos sin cabeza, que diría John Benjamin Toshack. Salva Sevilla, Rubén Castro, Jorge Molina y Campbell era una pesadilla para la zaga que no daba una a derechas. Los béticos, sueltos, cómodos, veloces, a los bilbainos les urgía, curiosamente, templar el frenético ritmo impuesto por los andaluces o el segundo podía caer en cualquier momento. Pintaba mal, muy mal.

Un disparo peligroso de Rubén Castro, un balón que Laporte le quitó en boca de gol al canario, otra `cantada' de puños de Iraizoz, un taconazo de Campbell... No fue hasta el minuto 21 cuando Herrera mandó un misil de volea desde fuera del área y Adrián se lució enviando a córner. Como si aquello activara a unos atontados rojiblancos, el Athletic le cogió el ritmo al encuentro liderado por un comprometido y atrevido Iker Muniain, empezó a adueñarse de la pelota ante una dudosa defensa verdiblanca, hasta que ese ir a por el empate, ese orgullo y ese saber mover la bola, terminó con el golazo ¿de quién? de Aritz Aduriz. Pase de Herrera, fallo defensivo y el donostiarra de vaselina, nervios de acero, hacía el empate. Era el preludio del ciclón rojiblanco de ahí al final de la primera mitad: dos malogradas ocasiones de De Marcos y de Iturraspe dejaron vivo al Betis.

Salió Aurtenetxe por un lesionado Gurpegi a la vuelta del vestuario -un esguince en el ligamento lateral externo del tobillo izquierdo- y De Marcos se reivindicó ante Bielsa en la medular. Regresó con el mismo hambre el Athletic al verde y un Betis, seguramente muy cascado del partido de Copa, se desfondó. A partir de ahí, si bien durante momentos el encuentro estuvo abierto y el gol podía caer de cualquier lado, el Athletic terminó imponiéndose en el juego. Un gran Susaeta mandaba arriba, Laporte cerca del palo -tras una subida espectacular frenada con un placaje rival-, el cabezazo de Aduriz que sacó Adrián, otra de Susaeta ya en el 85 que le sacó el portero bético, y la última que no acertó Iraola.

El Athletic no ha dejado atrás sus lagunas defensivas, sus regalos, sus imprecisiones, se siguen errando demasiados pases, no hay suerte cara a puerta o faltan hombres-gol, pero ayer se sobrepuso, fue de menos a más, jugó por muchos momentos a lo que sabe y puntuó, que también cuenta. Esa es la línea. Coge aire, respira, se reconoce y ahora toca ganar. Toca.