Los datos difundidos ayer sobre la incidencia del paro en este país deben ser observados con preocupación, pues revelan un problema que ha adquirido carácter estructural, al menos en Hego Euskal Herria, y advierten la posibilidad de que una amplia capa de la población quede expulsada del mercado laboral definitivamente. En la Unión Europea solo Grecia y el Estado español presentan peores cifras, y las previsiones anuncian que este ejercicio será tan malo como el anterior, en el que el desempleo creció más de un 22%.

El paro es un drama social que se ve acentuado por el hecho de que muchas de las personas que han perdido su trabajo ya no perciben ninguna prestación y porque su esperanza de revertir la situación es en la mayoría de los casos prácticamente nula, ya que no se crea empleo ni se creará a medio plazo. El caso de Araba, que en doce meses ha pasado de una tasa del 14% a superar con holgura el 18%, es el más vívido ejemplo del desastre, aunque la situación de Bizkaia y Nafarroa, ambos con un 17,15%, también es alarmante. En este sentido, es Gipuzkoa, con un 12,59%, el único herrialde que presenta una tasa homologable a la realidad europea, escaso consuelo para los parados guipuzcoanos, pero que quizá debería aportar algo de humildad a los partidos que no han dejado de arremeter contra la gestión del Ejecutivo foral mientras las instituciones que gobiernan no son capaces de parar esta sangría.

Y es que si el paro es un drama para quien lo sufre, es asimismo un fracaso institucional. Ninguna de las medidas adoptadas con el objetivo declarado de atajar este problema ha surtido efecto; al contrario, solo lo han agravado. Las reformas laborales, redactadas al dictado de la patronal, han dado vía libre al despido con las consecuencias que estamos viendo, mientras los recortes están constriñendo el sector -y el empleo- público al máximo. Estas son las recetas con las que Madrid, Gasteiz e Iruñea dicen querer capear el temporal, y las que están conduciendo a este pueblo al naufragio.