El Ártico, campo de batalla de una nueva guerra fría que, como el clima, no para de calentarse
Cuando el almirante de la Armada china Yin Zhuo declaró que el Ártico «pertenece a toda la humanidad y ninguna nación tiene soberanía sobre él», todos entendieron, especialmente los cinco estados que lo rodean -Dinamarca, Noruega, Rusia, Canadá y EEUU- que los chinos pedían su parte del pastel de un «tesoro» que el deshielo ha hecho accesible. Los recursos y las reservas de gas y petróleo, de minerales preciosos y el control de las nuevas rutas del tráfico marítimo internacional que se abren son tan apetitosas que han hecho del Ártico el nuevo campo de batalla de la geopolítica mundial, en el marco de una guerra todavía fría pero que como el clima no cesa de calentarse.
Ironías de la vida, mientras el mundo lidia con en calentamiento global desencadenado por el cambio climático, las grandes potencias y sus grandes petroleras se frotan las manos por sus beneficios, minimizan las consecuencias del deshielo -cambio en la composición química del mar, de sus corrientes, de su nivel, de los patrones meteorológicos...- y se disponen a explotar sin moratorias este tesoro. Y como dice el proverbio inuit: todo lo que quieren las grandes petroleras, las grandes petroleras lo obtienen.