Sentado frente a la cámara, uniforme militar, semblante relajado y sonriente, como si estuviera en uno de los lujosos salones de su palacio, el príncipe Harry de Inglaterra -hijo de la difunta Diana de Gales, que paradójicamente abanderó una exitosa campaña internacional contra las minas antipersona fotografiándose con niños mutilados por pisar fortuitamente estas bombas-, ha comparado los rigores de la guerra con jugar a la PlayStation. Protagonista antes de otras niñerías, acaba de finalizar su misión en Afganistán como copiloto del helicóptero de combate Apache. En una entrevista concedida a la BBC, a condición de que solo fuera publicada una vez que finalizara su estancia de veinte semanas en la zona de guerra, se vanagloria de haber matado a supuestos talibanes desde su helicóptero con tan solo pulsar un botón. Para él, fue «un placer ser piloto, porque soy una de esas personas a las que les gusta jugar a la PlayStation y a la Xbox, y quiero pensar que he sido bastante útil con mis pulgares». Afirma que no le tembló el pulso a la hora de disparar porque «si hay gente intentando hacer algo malo a nuestros chicos, entonces nosotros les dejamos fuera de juego. Se toma una vida para salvar otra».

Sus frívolas declaraciones denotan un total menosprecio hacia las víctimas de cualquier conflicto, sobre todo ante la población civil desarmada e indefensa ante las bombas que helicópteros como el que Harry pilotó arrojan con el pretexto de «matar talibanes». La coordinadora de la coalición Stop The War, Lindsey German, las califica de «estúpidas y arrogantes», preguntándose además cómo sabía «si a quienes mató eran realmente talibanes». Nadie le hizo esta pregunta ni parece que a Harry le importe mucho la respuesta.

Según la propia ISAF, de 2004 a 2012 ha realizado más de 350 incursiones aéreas con un saldo de casi 2.000 muertos. Harry pudo emplear sus «pulgares» y su estatus en la búsqueda de una salida incruenta a este conflicto que ha segado la vida a más de 100.000 afganos, pero ha decidido activarlos para bombardearlos. Eso sí, parapetado en su avión.