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Demasiado grande para caer

La contabilidad del PP muestra a las claras hasta qué punto la corrupción ha sido un carburante necesario para el funcionamiento de la máquina del partido. Hasta qué punto ha sido y es una realidad institucionalizada, que forma parte de la cultura política. La dimensión de la trama tiene reminiscencias de los casos que en su momento asolaron al contrincante de los conservadores, un PSOE que ahora se rasga las vestiduras. Contrincante formal, el PSOE es ante todo pareja de alternancia en un sistema donde lo esencial perdura por encima de lo reemplazable. Hay muchas cosas poco democráticas esenciales al sistema político español y, si miramos la hemeroteca, cabe concluir que la corrupción y el clientelismo lo son. Y lo son en forma de metástasis, que azota las principales instituciones del Estado español: la Casa Real, la cúpula empresarial y, a tenor de la publicación de la contabilidad B del PP, a su dirección y al propio presidente Rajoy.

Pese a la magnitud del escándalo, las viejas cadenas de encubrimiento y de complicidad que han caracterizado al sistema político español se mantienen intactas. Cabe pensar que, en un contexto europeo, con estos datos, las dimisiones serían inmediatas y fulminantes. Pero, ¿acaso no estamos ya en un contexto europeo, ante un estado devastado económica y socialmente con la complicidad de sus mandatarios, un país al borde de la intervención? Sin embargo, ninguna autoridad europea ha salido a decir en alto que esto no se puede permitir, que no es admisible que un partido en el gobierno de uno de los países más grandes de Europa se vea envuelto sistemáticamente en casos de corrupción.

Pese al escándalo inicial, cabe recordar lo que ocurrió en los comienzos de la crisis, en 2008, cuando quebraron los primeros grandes bancos como Lehman Brothers. «Es demasiado grande para caer», «es sistémico»... decían. Estas dos grandes familias políticas son sistémicas en ese sentido: sostienen el modelo y estabilizan el sistema. El PP también es demasiado grande para caer, para no ser rescatado. Si la indignación inicial no se articula, pasará. Eso sí, hasta que una nueva transición abra paso a un cambio radical y, ése sí, será sistémico.

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