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Hace 40 años, el portero padeció unas fiebres tifoideas como las que se llevaron a «Pichichi»

Cuando Iribar le vio las barbas a San Pedro

El «Chopo» se perdió cuatro meses de competición, en los que hubo hasta misas y plegarias en Begoña.

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Joseba VIVANCO

La Nochevieja de 1972 el Athletic visitaba El Plantío, donde caería derrotado ante el Burgos por un abultado 5-1, goles encajados por el entonces ya consolidado y aclamado José Ágel Iribar. El siguiente encuentro la portería la ocupó su sustituto Marro, porque el de Zarautz no se encontraba del todo bien, a pesar de lo cual se desplazó a Grecia con la selección española.

El zarauztarra regresó a la meta rojiblanca ante el Málaga, el 21 de enero, y sería su último partido hasta el mes de abril. Fiebre, diarrea, el guardameta se encontraba cada vez peor, hasta el punto que los galenos del Athletic se desplazaron hasta su domicilio e Iribar terminó metido en una ambulancia rumbo al hospital de Basurto. El diagnóstico, fiebres tifoideas, las mismas que mucho tiempo atrás se había llevado a otro ilustre león, Rafael Moreno Pichichi, curiosamente un 1 de marzo, el mismo día del nacimiento del Chopo, aunque 21 años antes.

Estas fechas se cumplen justo 40 años de aquellas fiebres que estuvieron a punto de llevarse consigo al hoy emblema del sentimiento athleticzale y que entonces llegaron a movilizar a numerosos aficionados hasta la mismísima basílica de Begoña para rezar por la recuperación de su salud. Llevaba una década bajo el arco más pesado de una Catedral de la que era un ídolo.

El 30 de enero de aquel 1973, el médico del club, el doctor Guillermo Barrallo, confirmaba al diario ``Alfil'' que «hoy por la mañana el laboratorio ha confirmado el diagnóstico clínico de que el guardameta del Athletic de Bilbao, José Ángel Iribar, padece fiebres tifoideas, originadas por el bacilo de Eberth».

Según sus previsiones, el arquero permanecería un mínimo de dos semanas de baja. En base a esa misma información, los primeros síntomas aparecieron sobre el día 22, y lo que se pensó que era una gripe derivó en esas fiebres, cuyo origen suele estar en el consumo de marisco, verdura mal lavada o la ingesta de agua no potable. Por el periodo de incubación de la enfermedad, apuntaba a que podría haber comido algún producto en mal estado hacia el día de Reyes.

El famoso paciente, que ocupó la habitación 202 del hospital bilbaino, permaneció varios días incomunicado y de la puerta colgaba el cartel ``Prohibidas las visitas''. Y es que Iribar lo pasó bastante mal y, lo que iba para dos semanas, se alargó.

«Temblaba sin parar por la fiebre. Daba saltos en la cama. parecía que iba a volar. La cama estaba completamente mojada, como si me hubiera sumergido. No sabía si estaba en este mundo o en el otro. Mi cuerpo se convirtió en un ring donde se enfrentaban la vida y la muerte. Fueron las tres semanas más duras de mi vida», lo recuerda el propio protagonista en su reciente libro ``Iribar, la alargada sombra del Txopo''.

El portero guipuzcoano era muy querido y, entre las visitas de familiares y directivos rojiblancos, no faltó tampoco la del seleccionador español por aquella época Ladislao Kubala «cuando le dijeron que lo mío tenía muy mala pinta», rememora el guardameta. Al día siguiente de aquel encuentro tuvo una hemorragia. Iribar recuerda cómo el doctor Barrallo, que era a la vez médico de El Corte Inglés, «eligió a los trabajadores más jóvenes y saludables para que fueran a donar sangre. Me hicieron varias transfusiones».

Peligró la vida del cancerbero del Athletic durante aquellas semanas y a los cuidados médicos se sumaron también las plegarias y ruegos de los rojiblancos más devotos, que no dudaron en acudir a Begoña, donde se oficiaron misas para pedir por el zarautzarra. «Recibí infinidad de cartas. Hasta se encargaron misas y rogativas por mi salud. Todo el mundo estaba muy preocupado. Cuando me curé, el padre Scheifler, que entonces era profesor en el colegio de los Jesuitas, me vino a pedir que fuera a hablar ante sus alumnos. Les tenía que dar una charla y rezar un rosario con ellos, en compensación por lo mucho que habían rezado por mí. Y allí me colocaron en un altar, delante del atril. Unos días después, también fui a agradecerles a los trabajadores de El Corte Inglés que donaran su sangre», relata.

Unas fiebres que pasaron factura

Cuidados y rezos que terminaron por despertar a Iribar. «Un día, no sé cómo, ni cuándo, ni por qué, abrí los ojos y vi a mi madre, a Mertxe y al franciscano Aristi, apoyados contra la pared, entre asustados e incrédulos. ``No tengo nada, ya me he curado', les dije. Parecía un milagro. Llegué a verle las barbas a San Pedro», comenta el portero en sus personales memorias. Llegó a perder 18 kilos de peso, asegura, «pero estaba vivo».

El 17 de febrero, y después de despedirse agradecido del personal sanitario del pabellón Escuza, de la mano de su inseparable Mertxe, Iribar abandonó el centro hospitalario de Basurto. «Me encuentro muy débil. Creo que será necesario que transcurran unos dos meses antes de empezar a jugar», declaró a los periodistas que aguardaban en el exterior de Basurto.

Abandonó el hospital y tardó lo justo en empezar a entrenar. El 22 de abril volvió a situarse bajo los palos ante un Betis que llegaba a San Mamés colista, y los leones dirigidos por Pavic no pasaron del empate en un pésimo partido. «Quizá fuera algo precipitado. Yo creo que en mis últimos años en activo pagué las consecuencias. Estuve arrastrando algunos problemas de espalda y creo que aquella enfermedad acortó mi vida deportiva», relata ahora.

Cuarenta años después de aquellas fiebres que tuvieron en vilo a la parroquia rojiblanca de entonces, Iribar sigue firme como un chopo. Y es que, como Iribar, no hay ninguno.

Leo Messi, a 50 goles de Telmo Zarra

El hombre récord, Lionel Messi, sigue batiendo marcas. La pasada jornada anotó su gol 201 en la Liga española, lo que le sitúa, con solo 25 años, a 50 tantos justos del máximo artillero de la historia de Primera, el rojiblanco Telmo Zarra, con 251 dianas. El argentino se ha metido dentro de los privilegiados que han sobrepasado los 200 goles: Zarra (251), Hugo Sánchez (234), Raúl (228), Di Stéfano (227), César (224), Quini (219) y Pahíño (210). Nadie duda de que Messi romperá la marca de Zarra, al que con esos 200 goles ya ha arrebatado otro récord: el azulgrana ha llegado a esa estratosférica cifra de goles en Primera con 25 años y 217 días; hasta ahora el más joven, desde 1951, era el propio Telmo, con 29 años y 352 días. Eso sí, el de Erandio necesitó menos partidos para alcanzar los dos centenares de tantos: los hizo en 219, por los 235 que ha necesitado Messi. Mucho más difícil, incluso para el astro argentino, será superar el hito de siete goles en un solo partido en Primera que comparten el león Bata y el culé Kubala. J.V.

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