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Jon Odriozola Periodista

Crítica con lupa

Resumiendo mucho, la crítica acompasada no se casa ni con dios... y sí con el diablo, quien diera a probar el fruto prohibido que daba el conocimiento. Su crítica no es «constructiva», que podría serlo, sino «deconstructiva»

Estoy pensando en la crítica literaria muy en concreto. «Crítica con lupa» titulo, pero los libelistas que hacen desde mediados de los años 90 del siglo pasado -es verdad que llueve mucho, orvallo y garúa, y pasa mucha agua bajo los puentes, pero ¿tanta como para hablar en términos que parece que pasaron siglos cuando lo que pasa hoy es producto de ayer no más y como quien dice- un libelo, como los que proliferaban en el siglo XIX anónimos pero abanderados contra personas físicas -con la pluma- y corrientes artísticas o políticas, pulcros libelos en estilo y arquitextura (con equis) en contra de la «mala prensa» que hoy gozan, llamado «La Fiera Literaria» donde se practica una cirugía esmeradísima, trabajosa y trabajada ,casi de amanuense, que llaman «la crítica acompasada».

Consiste -en palabras de su mentor el sevillano octogenario, novelista y más hierbas, Manuel García Viñó, gurú de esta extraña secta semignóstica- en una lectura muy minuciosa de las obras literarias ajena y en las «antípodas del impresionismo empleado por la crítica literaria en la prensa». Consideran estos iconoclastas que en los suplementos literarios de los periódicos generalistas no hay propiamente crítica, sino panegíricos de autores respaldados por la gran industria editorial y sus tiburones de geometría variable. La «crítica acompasada», en cambio, lleva a cabo una verdadera crítica literaria de las obras examinadas, con ironía, con humor y mala uva. Página a página, línea a línea, analizan los textos de los autores encumbrados por el sistema y ponen de manifiesto que los «superventas» de la gran industria cultural son, no todos, claro está, libros mediocres que el pensamiento único del trágala consumista (kattigara.com) nos pretenden hacer pasar por joyas de la literatura. Se trata de efectuar la crítica de un libro al compás de la lectura («crítica acompasada»), señalando incorrecciones gramaticales, atentados contra la sintaxis, anacolutos amén del vacío ideológico/temático donde prevalece la forma de un culo a una idea. García Viñó -ha escrito libros sobre ellos y uno en Txalaparta- le tiene mucho paquete al grupo Prisa, al que acusa de fabricar seudoescritores que a su vez son fabricantes de best sellers y crear un público artificial que consume esos bodrios que pasan por ser esmeraldas y tú gilipollas si dices que no lo has leído y ni ganas. Son los Muñoz Molina, Javier Marías (ecce homo de G. Viñó), Almudena Grandes, Rosa Montero y, también, Juan José Millás, Lucía Etxebarria (que ahora va de unabomber en las redes), Espido Freire, el orondo Juan Manuel de Prada y bastantes más.

Resumiendo mucho, la crítica acompasada no se casa ni con dios... y sí con el diablo, quien diera a probar el fruto prohibido que daba el conocimiento. Su crítica no es «constructiva», que podría serlo, sino «deconstructiva». Estoy por decir que estos desolladores inmisericordes son capaces de analizar, como entomólogo, un billete de metro, tren o un pasaje de avión.

Estos críticos «lupanarios» (de lupa y lupanar) dicen lo que el inocente niño del cuento oriental: el rey va desnudo.

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