Floren Aoiz www.elomendia.com
España necesita recuperar (l)a esperanza
Es mejor plantearse acabar con los corruptos y con el sistema que los proteje. Pero para eso no se puede contar con Esperanza. No hay esperanza alguna de que España se autorregenere desde este sistema corruptoLos nacionalistas españoles llaman regeneración a hacerse trampas en el solitario y buscar una fórmula de cambio que nada lo cambie.
Como es evidente, el término vuelve a estar de moda. Es algo cíclico: allá donde hay un desastre español, no tarda en aparecer alguien con planes regeneracionistas. En la debacle actual, muchas personas se han apuntado al casting para regenerador mayor del reino. Entre ellas destaca, como nos pudimos imaginar cuando escenificó una retirada de postín, Esperanza Agirre.
Hoy en día España tiene muchos problemas y, como quiera que se adivinan algunos más, ha perdido notablemente su capacidad para generar consentimiento. La crisis es un agujero negro tan profundo que devora las euforias deportivas en cuestión de horas. España no ilusiona, no está en condiciones de comprar voluntades, no convence, huele mal y suena peor. España necesita generar esperanza y nuestra Esperanza se ha ofrecido voluntaria. ¡Qué derroche de generosidad!
Milagrosamente, aparece santa Esperanza levitando sobre el resto de compinches del PP, que arrastran, en lugar de cruces de pecadores, pesados sobres llenos de dinero. La inmaculada Esperanza sonrie beatíficamente entre los lamentos de los corruptos, fustigados por la furia popular. Ella se alza sobre la mediocridad de los ineptos que metieron mano al cajón y los incapaces de tomar decisiones enérgicas, que en muchos casos son los mismos.
Esperanza ha hablado, ¡qué casualidad!, de regeneración. En su opinión, es precisa una regeneración democrática que dé «el poder a los ciudadanos». Por un momento temí que dijera a los soviets, por eso del poder popular, pero dudo que la cosa vaya por ahí. De hecho, plantea devolver a la ciudadanía el poder que les han quitado «las cúpulas de los partidos y las administraciones», olvidando los mercados, que son en realidad los que han limitado el poder del pueblo, de las instituciones, de los partidos, de los estados...
Claro que no podíamos esperar otra cosa de esta experta conseguidora, cuyo nombre aparece ligado a una lista interminable de chanchullos, recortes, liquidaciones de la riqueza social, conchabeos sucios, maniobras autoritarias y todo tipo de guarradas para sacar del ring a sus adversarios y allanar el camino a los grandes negocios privados.
Se ha ofrecido para encabezar esa regeneración y liderar el cambio, que debe comenzar «acabando con los corruptos con un sistema que proteja los derechos y libertades».
En realidad, es mejor plantearse acabar con los corruptos y con el sistema que los proteje. Pero para eso no se puede contar con Esperanza. No hay esperanza alguna de que España se autorregenere desde este sistema corrupto.
Por cierto, ¿a que no os ha extrañado que el nombre de Jaime Ignacio del Burgo apareciera en los famosos papeles de Bárcenas? ¿Y a que tampoco os extraña que os diga que en su último libro Del Burgo habla de «restablecer la pureza de nuestra Constitución»? Pues ya os podéis hacer una idea de por dónde va la regeneración que algunos están perpetrando.