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Es justo y necesario

 

Antonio ALVAREZ-SOLÍS
Periodista

El único premio que me dieron en la vida lo gané a los cinco años. Fue por recitar una poesía en la fiesta de fin de curso en los Maristas. Con adecuados ademanes exclamé lo siguiente: «Mariposa vagorosa/ rica en tintes y donaire/ ¿Qué haces tú de rosa en rosa?/ ¿De qué vives en el aire?». El director se dirigió entonces a los restantes niños y dijo: «Vamos a poner la banda a Antoñito porque lo merece». Y todos rompieron en una ovación y mi madre me obsequió con una yema de Santa Teresa.

Recordé este rasgo biográfico cuando el Sr. Rajoy dijo a los periodistas que mantenía en el Ministerio a la Sra. Mato «porque lo merece». No sé si además le habrá puesto una banda como hicieron conmigo. El problema ya no es si la Sra. Mato merece o no ser ministra. El problema es el lenguaje simplicísimo empleado en una circunstancia tan grave. Me parece irrisorio que una ministra lo sea porque «lo merece». Es un lenguaje que oscila entre el don de un rey antiguo y la retórica de un fraile contemporáneo. Es como si el rey recibiera a la prensa cantándole la inolvidable ranchera: «Con dinero y sin dinero/ hago siempre lo que quiero/ y mi palabra es la ley». El hecho de que este lenguaje se use en una hora en que se está arrojando a millones de ciudadanos a la fosa común agrava el asunto. Para ser ministro no hace falta ganar una banda azul en la fiesta gubernamental. Se precisan cosas más serias. Pero el Sr. Rajoy dirige la primera enseñanza y habla para Antoñitos. Es de los gallegos que dejan el hornillo sin encender porque pretenden cocinar un plato frío. Al comunicar la razón de por qué quería ministra a la Sra. Mato, repitió cuatro veces en cinco líneas que lo hacía porque además deseaba ser «justo». Pero hay que ser justo y necesario.

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