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Txisko Fern�ndez Periodista

Un mal trago y unas buenas tragaderas

M arkel Olano y Jos� Luis Bilbao nos han dado esta semana un par de lecciones magistrales sobre c�mo entienden los dirigentes del PNV el peque�o universo institucional en el que se han movido hasta ahora. Y hay que agradecerles que hayan expuesto tan claramente cu�les son los principios �ticos que les han servido de gu�a en su trayectoria �profesional�.

El diputado general de Bizkaia se ha visto obligado a sacar la patita del fango en el que se hab�a metido por acusar a un cargo de Metro Bilbao (nombrado a dedo por el PSE, no por el PNV) de llevarse una pasta gansa solo porque se le acababa el contrato. Bilbao rectific� porque I�aki Etxenagusia le advirti� de que iba a acudir a los tribunales por andar por ah� difam�ndole. El jeltzale trag� saliva y reconoci� que Etxenagusia ha cobrado poco m�s de 500 euros por el finiquito, en lugar de los 93.000 que le hab�a adjudicado alegremente desde el olimpo foral en el que est� apalancado desde hace casi diez a�os.

El que se traga todo lo que se le pone por delante es Markel Olano, ya sean angulas o cr�ditos astron�micos, eso s�, siempre que la factura del banquete y los intereses bancarios los pague el erario p�blico.

Ya veremos si acaba imitando a Bilbao, pero su primera reacci�n ha sido mostrarse en plan anfitri�n mod�lico, como diciendo que no pasa nada porque se invite a alguien a un buen restaurante despu�s de haber cerrado un buen negocio. Vayamos por partes: lo de que invite el de casa es un protocolo casi obligado por estos lares (invitar, no necesariamente pagar). Por ah�, nada que objetar.

Ahora bien, que no nos intente confundir el ex diputado general de Gipuzkoa pasando por alto el contexto. Si la invitaci�n es entre amigos, es natural que hoy pague yo y que t� lo hagas ma�ana. Si se trata de comidas de trabajo, el protocolo ofrece alternativas: a veces paga quien pone la cita, otras veces el socio m�s adinerado y en ocasiones la cuenta se reparte a medias.

Lo que yo no hab�a escuchado hasta ahora es que cuando alguien cierra un pr�stamo -por ejemplo, un hipotecario- acaba invitando al banquero para celebrarlo. Eso no me lo trago. Y no estamos hablando de lo que cuesta el men� de un buen restaurante, sino de operaciones de millones y millones de euros.

Para tragaderas, las de Olano.

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