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ANÁLISIS | Entidades Financieras vascas

Caja Navarra en los tribunales

Los autores lamentan que por intereses de partido en la CAN se prefirió la salida fácil de ceder su control antes que iniciar el complejo proceso empresarial de salvar el control de los recursos de la entidad y las oficinas ubicadas en Nafarroa. La política de llenar las cajas de ejecutivos procedentes de la banca privada, que se dedicaron a maximizar los objetivos a corto plazo y que llevaron al desastre a la banca de Occidente, terminó arrastrando a las cajas.

EKAI Group

Diversos grupos políticos han iniciado procedimientos judiciales en exigencia de responsabilidades por el proceso seguido en Caja Navarra en los últimos años. El resultado final ha sido la pérdida por parte de Navarra de un soporte fundamental de su desarrollo económico.

Existen importantes y significativos paralelismos entre lo sucedido con la Caja de Ahorros de Navarra y lo sucedido en Kutxabank. No nos referimos a posibles corrupciones derivadas de intereses personales, que con ser graves, no son lo más relevante desde la perspectiva de la política económica o bancaria de nuestros territorios. Lo que nos preocupa realmente son las gravísimas repercusiones que para el futuro económico de nuestros territorios han tenido y van a seguir teniendo determinados posicionamientos estratégicos y políticos.

El origen del problema de Caja Navarra es similar al de otras cajas vascas. Se trata de la introducción en las mismas de la mentalidad «bancaria» de beneficios fáciles y a corto plazo, que llevó a las cajas a una estrategia -absurdamente tolerada por el Banco de España- de inversiones masivas de alto riesgo fuera de su territorio natural.

Desde los años 90 y hasta el estallido de la actual crisis financiera, parecía que abrir oficinas y obtener resultados eran lo mismo. Caja Navarra -como también la Kutxa guipuzcoana y, en menor medida, la BBK- se lanzaron a abrir sucursales en otros territorios, rompiendo su propia lógica de enraizamiento y soporte estructural del desarrollo económico de su entorno.

Las cajas se llenaron de ejecutivos procedentes de la banca privada que se dedicaron a hacer en las cajas lo mismo que hacían en la banca privada: maximizar los beneficios a corto plazo. Esta política es la que ha llevado al desastre a la banca privada en todo Occidente y en España ha arrastrado a las cajas. Para este tipo de «ejecutivos» las cajas eran un tesoro de recursos «sin explotar». Y, efectivamente, los «explotaron».

Eran frecuentes las apelaciones de estos directivos y de las autoridades monetarias a la excesiva capitalización o al insuficiente endeudamiento de las cajas. Se trataba, sin duda, de patrimonios «infrautilizados» de los que podían fácilmente obtenerse beneficios superiores a través de dos estrategias muy «bancarias»: abrirse al mercado de capitales e iniciar la apertura masiva de oficinas fuera del territorio en busca de segmentos de mercado de mayor riesgo.

Este es el origen de la tristemente habitual expresión de este tipo de ejecutivos «buscar oportunidades de inversión» para referirse a la ampliación de cuota en el mercado financiero en otros territorios. Aparentemente, la inversión en las pequeñas y medianas empresas de su entorno no eran oportunidades sino más bien un compromiso técnicamente más complejo. Era mucho más fácil emitir cédulas hipotecarias a bajos tipos de interés e invertir estos recursos en la apertura masiva de oficinas.

Al desarrollo de este proceso ayudó la falta de perspectiva del Banco de España y, en nuestro caso, la falta de perspectiva estratégica de nuestros responsables políticos, que deberían haber valorado las cajas como lo que realmente son: un soporte estratégico clave de las políticas de desarrollo de cada territorio.

Al fenómeno anterior se le añade, una vez estallada la crisis, una situación de pánico generalizado que genera un contexto que podemos calificar como un «sálvese quien pueda» y, por otro lado, se despiertan unas apetencias desmedidas, en ámbitos económicos y políticos, por hacerse con el control de los recursos de las cajas o por incidir en el destino de los mismos.

Como consecuencia de este proceso, grupos económicos y partidos políticos inician distintos movimientos en los que, con unas u otras finalidades, tienden a quedar en segundo plano el que debía haber sido el objetivo fundamental: salvar los cimientos del sistema financiero de cada territorio afectado.

Ya sabemos a dónde ha conducido este proceso en el caso de Caja Navarra: a la desaparición de esta entidad y a la pérdida por parte de los navarros del control de su sistema financiero. La razón básica fue dar prioridad a los objetivos de partido frente a los intereses generales del territorio. Llegado el momento de adoptar decisiones políticas necesarias, se prefirió la salida fácil de ceder -prácticamente regalar- el control de Caja Navarra antes de iniciar un proceso empresarial complejo para salvar lo más importante: el control de los recursos y las oficinas ubicadas en Navarra. Esto facilitaba también ocultar a los ciudadanos la dimensión de los errores estratégicos y evitar la exigencia de responsabilidades políticas y legales.

Si nos fijamos, aunque la CAPV -por el momento- mantenga el control de Kutxabank, la evolución de este proceso no ha sido tan distinta. Porque también en las cajas de la comunidad autónoma se produjo una desmedida inversión especulativa en apertura de oficinas fuera del territorio. También el proceso ha estado liderado por la indicada mentalidad de la banca privada de maximizar beneficios a corto plazo (apertura de oficinas, mercado de capitales, bancarización, tanteos para la posible cesión de parte del capital a meros inversores, adquisición especulativa de entidades en otros territorios...) El resultado final, sin embargo, no tiene nada que ver.

Hasta ahora, ni en Navarra ni en la CAPV los grupos políticos han estado a la altura. Si es comprensible que los partidos políticos defiendan sus espacios y sus propios intereses, es alarmante la desproporción con la que estos intereses se han defendido en este caso, ante la enorme trascendencia del futuro de las cajas tanto para Navarra como para la CAPV.

Nada de lo que ha sucedido hubiera tenido lugar si se hubieran tenido claros los conceptos básicos y, fundamentalmente, el carácter básico de las cajas de ahorros de intermediarios entre el ahorro y la inversión en su territorio y, por lo tanto, de instrumento esencial para el desarrollo socio-económico del mismo. Olvidar este hecho ha sido el problema básico de Caja Navarra y, hasta ahora, también el de Kutxabank.

Ignoramos cuáles son exactamente las irregularidades que justifican que el caso Caja Navarra esté ya en los tribunales. Pero, probablemente, no son ni lo más importante ni lo más grave que ha sucedido con las cajas de ahorros en nuestros territorios.

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