En la primera página de su libro «Patas arriba» (La escuela del mundo al revés) publica el escritor Eduardo Galeano la siguiente cita: «Hoy en día la gente ya no respeta nada. Antes, poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la ley... La corrupción campea en la vida de nuestros días. Donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas».

No, no se moleste en hacer memoria tratando de descubrir a su autor porque no ha oído esta cita en la televisión ni la acaba de leer en el periódico. Cierto que le suena, especialmente, en estos días en que algunos políticos, tan indignados como sorprendidos, se abocan a regenerar la vida política en la que asientan su sacrificado negocio, pero aunque hayan expresado parecidas reflexiones, la cita que publicara Galeano ya tiene 82 años y es de Al Capone. Esas eran las declaraciones del famoso gánster a la revista estadounidense «Liberty» pocos días antes de que lo detuvieran.

Son las paradojas de un Estado como el español en el que los pirómanos dicen estar dispuestos a prevenir los incendios; los tahúres aseguran ser los más indicados para adecentar el juego; los dementes reivindican la cordura con el mismo derecho que los sinvergüenzas ponderan la moral; los impunes pregonan la justicia y los indecentes aplauden el decoro. Los hipócritas proclaman la franqueza tanto como los ladrones ensalzan la virtud y, para no ser menos, Esperanza Aguirre también propone la regeneración de la política.