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«Con Correa, la sociedad percibe un Estado que está con las mayorías»

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Franklin Ramírez
Doctor en Sociología Política en la FLACSO

Doctor en Sociología Política en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), el profesor Franklin Ramírez es uno de los referentes académicos del proceso de cambio que vive Ecuador desde 2006. En esta entrevista explica el porqué de la popularidad de Rafael Correa y los grandes retos a los que se enfrentará en el próximo mandato, así como su lugar en el contexto latinoamericano.

Beñat ZALDUA | BARCELONA

El próximo 17 de febrero Ecuador celebra unas elecciones presidenciales en las que, de cumplirse los sondeos publicados, el actual mandatario, Rafael Correa será reelegido para un tercer mandato sin necesidad de acudir a una segunda vuelta. Comenzará de esta manera una legislatura en la que la prioridad de su movimiento, Alianza País, y la Revolución Ciudadana que lo acompaña, pasa por la consolidación del proceso de cambio iniciado con la nueva Constitución de 2008. Y como principal reto, la transición de una economía basada en la importación de recursos naturales -sobre todo el petróleo- a una economía del conocimiento.

No es fácil mantener los índices de popularidad de Rafael Correa tras siete años en el poder. ¿Cómo se explica?

El punto fundamental está ligado al retorno del Estado tras un debilitamiento de largos años. Correa y la Revolución Ciudadana han recompuesto el Estado, sus capacidades institucionales, sus capacidades de regulación del mercado, de planificación del desarrollo y de la redistribución de la riqueza. No es tanto el carisma, como pretenden ciertos discursos de la derecha, sino este movimiento de la política pública que cubre y absorbe distintas demandas sociales y populares. Esto ha abierto una etapa de inclusión social en la que la sociedad percibe un Estado que está con las mayorías y que no está defendiendo intereses particulares. Es decir, Correa recompone una acción pública que da la imagen de un proyecto nacional. Este me parece que es el factor fundamental, junto a un discurso soberanista radical.

La izquierda ecuatoriana aparece dividida entre la gubernamental y la opositora. ¿Cómo se ha dado este proceso y que consecuencias tiene?

Cuando irrumpe la Revolución ciudadana, la izquierda, que sobre todo se liga al movimiento indígena, no se integra en la Alianza País y va con candidaturas propias a las elecciones, pero todos empujan a la Asamblea Constituyente a la aprobación de la nueva Carta Magna, aunque cada uno lo haga desde sus propias posiciones. Lo que sucede al final de la Asamblea Constituyente es que las diferencias internas programáticas entre Alianza País y algunos sectores de la izquierda tradicional se acentúan, con diferentes visiones respecto del tema de la participación social, del desarrollo minero y la explotación de los recursos naturales. Todos estos elementos van acelerando el desgaste y ampliando la distancia entre ambos polos. Correa cree que la dinámica de redistribución de la riqueza social abarca la dinámica del reconocimiento político y no presta demasiada atención a la interlocución con los actores sociales. Ellos también exacerban la confrontación y tildan a Correa de neoliberal. Mi impresión general es que se cierran las ventanas de interlocución política entre ambas fuerzas, debido a esta falta de reconocimiento mutuo. Es una especie de freno general al proceso de cambio.

¿Cómo se le pone remedio?

Me parece que el reto es, precisamente, recomponer y reabrir las líneas de interlocución con las fuerzas populares y progresistas del país. Si el triunfo es robusto, como los sondeos de opinión lo anuncian, me parece que se darán las condiciones para abrir una nueva etapa de discusión política con estos sectores que están distanciados del proceso de cambio, pero cuyo aporte es fundamental, aunque sea crítico. O, sobre todo, si es crítico.

Otro de los retos que se ha fijado el Gobierno es el de reducir la dependencia de petróleo y otros recursos naturales. ¿Cómo se afronta?

La transición productiva está en el centro del programa de Alianza País. Es el gran desafío. Se trata de esbozar un conjunto de políticas que permitan iniciar una transición para salir de la dependencia primario-exportadora y del peso del extractivismo en la economía. El tema de la transformación productiva está muy ligado a la reforma universitaria y al impulso que le está dando el Gobierno a todo el tema de innovación, ciencia y tecnología, como un eje para articular ciertos factores de producción y ciertos talentos humanos necesarios para salir de una economía que, en rigor, es muy simple, ya que importa casi todo.

«En la región, Ecuador ha cobrado protagonismo»

¿Cual es el lugar de Ecuador en el proceso de cambio regional que vive América Latina?

Correa rompió con el eje Washington-Bogotá y se trasladó rápidamente al eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires. Desde entonces, no solo ha sido un aliado, sino que ha cobrado muchísimo protagonismo en varios foros internacionales como en el impulso del ALBA y, sobre todo, en el impulso del Banco del Sur y del SUCRE. No en vano, la nueva arquitectura financiera es prioritaria para Ecuador, puesto que no hay que olvidar que tenemos una economía dolarizada, con lo cual, la política monetaria no existe en nuestro país. En el marco de un contexto regional de economías abiertas, esto supone jugar prácticamente con una pierna menos.

¿Cómo se vive en la región la enfermedad de Chávez?

Hay una especie de incertidumbre estratégica por la enfermedad de Chávez. Todos tienden a poner los ojos en Rafael Correa como un líder que puede tomar el relevo de la presencia de Chávez y aunque Correa ya ha dicho que el líder venezolano es insustituible, parece que si la transición política en Venezuela avanza, tendrá mayor protagonismo. En cualquier caso, creo que la región está bastante madura en términos geopolíticos como para poder sobrepasar el efecto de la transición política dentro de la Revolución Bolivariana.

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