Ecuador se encaminaba a consolidar una década de transformaciones
Con la nueva Constitución aprobada en 2008 como punto de partida, la Revolución Ciudadana ha transformado notablemente Ecuador en los último años, recuperando gran parte de la soberanía perdida tras décadas de sometimiento a la oligarquía local y los mandatos del FMI y el Banco Mundial. Con numerosos retos todavía pendientes, Rafael Correa contará a partir de hoy, si se cumplen los pronósticos, con cuatro años más para ahondar en las transformaciones.
Beñat ZALDUA | BARCELONA
Si Rafael Correa fue reelegido ayer presidente de Ecuador o lo es el 7 de abril en segunda vuelta -los resultados se esperaban a la 01.00 (hora de Euskal Herria)-, la Revolución Ciudadana que encabeza cumplirá, al final de este tercer mandato, una década. Diez años que, de seguir con la dinámica actual, supondrán una transformación estructural de Ecuador de una dimensión incalculable. Para tratar de entenderla, es imprescindible mirar atrás.
Ecuador empezó el siglo en medio de una crisis económica y política de gran calado -con similitudes a la que vive el Estado español-, en la que se rescataban bancos con dinero público mientras el FMI y el Banco Mundial ponían un techo muy limitado a la inversión social. Eran tiempos también de grandes movilizaciones y revueltas populares.
La de 2005 forzó la salida de Lucio Gutiérrez, que había llegado al poder como defensor de las clases populares y acabó declarándose «el mejor amigo» de EEUU. En el Gobierno posterior entró al frente del Ministerio de Economía un joven casi desconocido, que llamó la atención al plantear el impago de la deuda ilegítima y la recuperación de los recursos petroleros en manos de empresas extranjeras. No duró cuatro meses en el cargo, pero la figura del líder se había empezado a construir. Se llamaba Rafael Correa.
La crisis de los años anteriores dejó tocados a los partidos tradicionales y a buena parte de los movimientos sociales. De hecho, el grito en las revueltas de 2005 era «Que se vayan todos». En este contexto, militantes de sectores de la izquierda empezaron a trabajar en una candidatura independiente encabezada por Correa y a tejer un movimiento al margen de los partidos tradicionales, que recogiese el acumulado de las más variadas luchas y anhelos de esa izquierda ecuatoriana. Se llamó Movimiento Alianza País (AP) y en la segunda vuelta de las elecciones de 2006 se impuso al Álvaro Noboa, el hombre más rico de Ecuador. Había comenzado la Revolución Ciudadana.
Nueva Constitución
El primer y principal punto del programa del nuevo Gobierno era la ruptura con el orden constitucional vigente. Esta ruptura se consolidó con la convocatoria de elecciones para una Asamblea Constituyente, que en 2008 dio a luz la Constitución de Montecristi, refrendada por el 81,72% de la población. Es una de las cartas magnas más modernas y avanzadas del mundo, que reconoce el carácter plurinacional de Ecuador y los derechos de la naturaleza.
Con la nueva Constitución como punto de partida, comenzaron las grandes transformaciones, en las que cabe destacar, desde un inicio, un Gobierno cercano a la paridad, el rechazo al Tratado de Libre Comercio con EEUU, el freno a la oligarquía y al FMI, la renegociación de la deuda, el desmantelamiento de la base militar estadounidense de Manta, la recuperación de los recursos petroleros o la apuesta por una mayor integración regional.
Son solo algunos de los logros de la Revolución Ciudadana, todos encaminados a una recuperación de la soberanía, con la vista puesta en el «Sumak Kawsay» quechua, traducible como la aspiración a una «vida en plenitud». Son muchas las voces, dentro y fuera del Gobierno, que insisten en que quedan innumerables retos, como la excesiva dependencia de los ingresos petroleros, la todavía desigual distribución de la riqueza o el poco diálogo entre los agentes del cambio dentro y fuera de las filas gubernamentales. Pero seis años han dado, hasta ahora, para mucho, como reconocen incluso en la oposición de izquierda. Si se confirma la reelección de Correa quedarán cuatro años más por delante para seguir transformando Ecuador.
El presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Ecuador, Domingo Paredes, reveló ayer que se detectó un intento de penetración en su sistema informático.
La Misión Electoral de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en Ecuador consideró que no había «ninguna posibilidad» de fraude en los comicios presidenciales y legislativos celebrados ayer.
Cientos de ecuatorianos se quedaron ayer sin ejercer su derecho al voto en Madrid. A las 17.00, hora en que estaba fijado el momento de cerrar las urnas, largas filas se agolpaban frente al palacio de congresos de la Casa de Campo, donde se instaló el centro de votaciones. No se amplió el horario para votar, por lo que los electores se quedaron sin depositar su papeleta. Un total de 46.000 ecuatorianos estaban llamados a votar en la capital del Estado español, el grupo más numerosos de los 136.000 censados para estos comicios. No solo elegían al presidente, sino también a sus dos asambleístas que representarán a la circunscripción de Asia, Europa y Oceanía, la mayor de todo Ecuador.
«Es una vergüenza. La desorganización ha provocado que mucha gente se quede sin votar». José Guzmán, nacido en Guayaquil hace 41 años, había desistido para las 16.00. Todavía faltaba una hora para el cierre, pero teniendo en cuenta la larga fila que aguardaba pacientemente frente a él, era fácil deducir que nadie en ese punto iba a poder votar. En Ecuador, depositar la papeleta es obligatorio. Quien no lo hace se enfrenta a una multa de unos 90 dólares. Los migrantes, sin embargo, están exentos de esta obligación. No obstante, muchos de los presentes ayer en la Casa de Campo no las tenían todas consigo. Y temían que el hecho de no haber podido votar terminase suponiendoles un coste para el bolsillo.
«Hay mucha desinformación y también determinados intereses para desestabilizar», denunciaba Rosa Plaza, delegada de la candidatura del Movimiento Alianza País, la lista que encabeza el presidente Rafael Correa. Desde la oposición, sin embargo, se responsabilizaba al actual Ejecutivo del caos generado en los alrdededores se la Casa de Campo. «No hay organización. Hace cuatro años se celebraron las votaciones en Vista Alegre y no hubo problemas. Ahora, en cambio, cuando hay más gente que se ha apuntado a votar se ha escogido un lugar más pequeño», denunciaba Jorge Iván López, miembro del partido Avanza Lista 8.
Ayer, nadie dio explicaciones. De hecho, cuando se cerraron las puertas, los únicos que hablaron fueron los policías antidisturbios encargados de despejar la zona. Esto provocó el enfado de los ecuatorianos presentes, que exigían su derecho a participar en la política de su país. A. P.