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Joxerra Bustillo Kastrexana Periodista

Desapuntes soberanistas

En muchas ocasiones lo que resulta más evidente logra esconderse como el más preciado de los secretos. En esta sociedad del conocimiento, dominada por las nuevas tecnologías de la interacción, tan solo somos capaces de apreciar lo que se nos pone delante en forma de grandes titulares, fotografías espectaculares o videos simpáticos. Entre tanto, quienes mueven los hilos detrás del gran tinglado continúan su labor sin mayores contratiempos. Así, los jóvenes de hoy en día se creen protagonistas de un mundo nuevo, ajeno a la historia del país, que en muchos casos ignoran. Desconocen que muchas cuestiones que protagonizan la actualidad y muchos de los agentes que les dan cuerpo remontan sus orígenes a varias décadas atrás.

Si contemplamos nuestro mapa político, nos encontramos con actores de amplia trayectoria. En la CAPV gobierna EAJ-PNV, un partido nacido en el ya lejano 1895. En la CFN tenemos en el Gobierno a UPN, un partido relativamente joven, pero heredero directo del tradicionalismo foral, de sectores del carlismo rancio y de los residuos del franquismo. Otro partido crucial es el PSOE, fundado en 1879. Si nos fijamos en el mapa sindical, la UGT se fundó en 1888. El principal sindicato vasco, ELA-STV, se remonta a 1911. Hace dos años celebró su primer centenario y hace pocas semanas su congreso número trece. Un congreso desarrollado en un clima de unanimidad. Sin grandes novedades, salvo la creación de una secretaría para el desempleo, la central se ha reafirmado en su estrategia. Ha interpelado a instituciones y agentes políticos y sociales y se ha vuelto a erigir en agente central del escenario sociolaboral vasco, subrayando su autonomía frente a instituciones y partidos.

La reivindicación de autonomía no es un tema baladí para ELA. La insistencia en ese punto viene dada por el pecado original de su hecho fundacional ligado al PNV y a sectores de la Iglesia católica, así como a la larga trayectoria de acompañamiento al partido fundador. Otros agentes sociales no reniegan de sus orígenes, así la UGT respecto del PSOE, pero en el caso que nos ocupa resulta determinante para su actual estrategia dejar clara su no dependencia del árbol ideológico del que procede.

ELA-STV muestra su intención de colocar una muga entre lo político y lo sindical, renegando a un tiempo de sus periodos de dependencia hacia el mundo jeltzale o de sus pinitos como partido-sindicato allá por los sesenta, cuando se hacía llamar ELA-MSE. Cuando la dictadura concluyó, la nueva mayoría que reunificó el sindicato optó por la actividad exclusivamente sindical, pero no rompió del todo sus lazos con el PNV, cuya dirección bendijo de hecho la nueva ELA surgida de las asambleas de Euba y Eibar. El papel de apoyo entusiasta al Estatuto de Gernika de 1979 así lo certifica.

El reparto de papeles entre partido y sindicato siguió funcionando de forma acordada hasta finales de los años ochenta, en los que se produjo un cambio decisivo al frente del sindicato. La nueva dirección protagonizó un aggiornamento que desembocó en 1997 en «El Estatuto ha muerto» solemnizado en Gernika, coincidiendo en el tiempo con el apoyo a la unidad de acción con LAB y el posterior proceso de Lizarra-Garazi. El sindicato experimentó un nuevo recorrido en el que se acercó al soberanismo, teorizando toda una estrategia en la que otorgaba un lugar central a los agentes sociales. Una estrategia sustentada en el documento «Apuntes para un proceso soberanista» y posteriores, pero que no se ha visto trasladada a la acción cotidiana de la central.

Al contrario, en los últimos años, paralelamente al desarrollo del complejo proceso de ciaboga protagonizado por la izquierda abertzale, ELA parece tender a un repliegue basado en la vuelta a lo puramente sindical, dejando el resto en manos de los partidos políticos y abanderando a la vez una especie de «revolución social» sin anclajes sólidos en su afiliación. Un repliegue en el que se producen algunas coincidencias con posturas adoptadas por el PNV. Que sean tan solo eso o respondan a algo más elaborado es algo que hoy por hoy no podemos dilucidar.

Lo que sí podemos apuntar son algunas de las posiciones del sindicato que se asemejan a las del partido. En primer lugar resulta muy significativo que dentro del espectro abertzale y/o nacionalista las dos únicas formaciones que no hayan suscrito el llamado Acuerdo de Gernika sean precisamente PNV y ELA-STV. Puede que las razones para no hacerlo sean divergentes, pero el hecho es que ninguno de los dos agentes ha firmado. La causa última puede estribar en que, según ellos, detrás de dicho acuerdo estaría la izquierda abertzale y firmarlo reforzaría las posiciones de esta.

Otra coincidencia entre ambos agentes se refiere a la crítica sostenida a la política llevada a cabo por Bildu allá donde ostenta responsabilidades institucionales, como en Gipuzkoa. Dejando a un lado los aspectos criticables de la política institucional de la coalición, que quien esto suscribe puede compartir desde la autocrítica, es evidente que la contundencia que ha utilizado ELA en sus descalificaciones no se corresponde a la empleada en otros territorios respecto a PNV o PP. Coincide en ello con la postura del PNV de Gipuzkoa, especialmente ácida. De forma implícita, ELA defiende su posición argumentando que la entrada de la izquierda abertzale en las instituciones ha sido negativa para la unidad de acción sindical, dando por bueno que el periodo de ilegalización era más fructífero para dicha entente.

Nadie pretende que ELA aplauda todas las medidas adoptadas por Bildu, ni mucho menos. De lo que se trata es de que el sindicato despeje las dudas sobre su supuesta estrategia soberanista, ya que si se empeña en deslegitimar las acciones de Bildu, difícilmente podrá sostenerse el desarrollo de un bloque político-social soberanista con la izquierda abertzale en su sentido más amplio. Y si no es así, ¿con qué socios piensa construirlo?

De hecho, ligado a este punto nos viene el tercero. Todo hace pensar que la estrategia central de ELA en torno a la soberanía está en estos momentos en situación de stand-by, es decir, sigue encima de la mesa, pero en la carpeta de asuntos pendientes. La resoluciones de su último congreso se limitan a recordar anteriores pronunciamientos, como el de 2007, sin aportar novedades. Ni se dan pasos tangibles hacia una conjunción de fuerzas, ni, vista su actual imposibilidad, se plantea tirar del carro soberanista, aunque sea en solitario. Resulta al menos chocante que en la ponencia de su reciente congreso se afirme que «el principio de no subordinación del sindicalismo al poder institucional y a los partidos políticos es un principio absoluto». Un principio que no ha seguido en buena parte de su larga historia.

En ese sentido, la reiterada exigencia a LAB para que no subordine su política a la formación política con la que comparte objetivos estratégicos no deja de ser una condición, hoy por hoy, imposible de cumplir, y el sindicato mayoritario lo sabe de sobra. Por lo tanto, condicionar de esa forma a su único socio posible significa apostar a futuro por la no conjunción de fuerzas.

La dirección de ELA reniega de sus orígenes y de buena parte de su dilatada trayectoria al alimón con una organización política conservadora, al afirmar en su ponencia que lleva «décadas negándose a participar en ninguna iniciativa que tenga el menor tinte electoral partidario, renunciando a ser masa de maniobra de ninguna opción política». Se trata, a fin de cuentas, de un enroque en toda regla y de una posición de principio y, por ende, inmovilista.

Además, la actual teorización de ELA ha sustituido el fetiche de la lucha armada de ETA, que ya no les funciona a modo de disculpa, por la interesada teoría del hegemonismo político que se disputarían entre el PNV y la izquierda abertzale. Ante esa disputa, el sindicato aboga por una tercera vía, que le permite no posicionarse, pero sí mantener su influencia política.

El sindicato mayoritario, que ha mantenido una trayectoria teñida de política a lo largo de su historia, se atrinchera ahora en una postura de apoliticismo extremo, achicando aguas a la corriente soberanista que tanto proclamaba mientras la lucha armada era una realidad en nuestro país. Parece renunciar así, de hecho, a tomar parte en un proceso y un proyecto soberanista encaminado a la construcción de la nación vasca.

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