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Tensión entre el PSC y el PSOE

El socialismo catalán, en la encrucijada

La decisión de 13 diputados del PSC de romper la disciplina de voto del PSOE en el Congreso español de los diputados y las represalias tomadas ayer por Ferraz contra ellos reflejan las tensiones originadas por el proceso soberanista en el seno de la familia socialista. Si bien la ruptura no parece a día de hoy inminente, lo sucedido sirve para dibujar el escenario de fricción que no hará sino aumentar conforme el proceso soberanista catalán siga avanzando.

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Beñat ZALDUA | BARCELONA

La tensión originada por el proceso soberanista en el seno del socialismo catalán llevó el pasado martes a los diputados del PSC en el Congreso a romper, por primera vez en la historia, la disciplina de voto del grupo parlamentario. Algo que el PSOE no encajó nada bien, como refleja la decisión, anunciada ayer, de apartar al diputado catalán José Zaragoza de la dirección del grupo parlamentario -forzado a presentar su dimisión- y de multar con 600 euros a los diputados que no siguieron las órdenes del partido.

Pero fijándonos en el detalle, se trató de una doble ruptura de la disciplina: la de los diputados del PSC con las órdenes del grupo parlamentario del PSOE y la de la exministra de Defensa Carme Chacón con la decisión de la Ejecutiva de los socialistas catalanes. Una doble ruptura que ilustra a la perfección las fricciones originadas por el proceso soberanista en la familia socialista y que anticipa las consecuencias que puede traer el avance del proceso. Por un lado, es más que destacable el voto de 13 diputados catalanes a favor del derecho a decidir, que ha servido para sacar del baúl de los recuerdos la autonomía del PSC que, a diferencia del PSE, es más que la simple sucursal del PSOE en Catalunya. El Partit dels Socialistes de Catalunya nació en 1978 tras la unión de tres partidos diferentes, de los cuales solo uno -y minoritario- era la federación del PSOE en el Principat. Ese mismo año el partido catalán y el estatal acordaron formar grupo parlamentario conjunto.

Pero si la ruptura de la disciplina de voto ilustra la diferencia entre el PSC y el PSOE, el desmarque de Chacón de la decisión de su Ejecutiva refleja, a su vez, las tensiones internas en el seno de los socialistas catalanes. Para ello cabe fijarse en su evolución. Durante años la dirigencia catalanista dominó el partido hasta que, en 1994, Raimon Obiols fue obligado a dejar la dirección y los dirigentes provenientes del área metropolitana de Barcelona y el Baix Llobregat -mucho más ligados al PSOE- se hicieron con el mando. Mantuvieron a Pasqual Maragall, consiguieron hacerse con la Generalitat y en la segunda edición del Tripartit, en 2006, decidieron poner a uno de los suyos a la cabeza -José Montilla-, marginando completamente a los sectores catalanistas.

Entonces empezó a visualizarse el declive del PSC, que en realidad ya había comenzado antes, con una dirección atrincherada en la sede de la calle Venezuela que día a día iba perdiendo la conexión con la centralidad del país, que se movió hacia el soberanismo sin que la cúpula del PSC se enterase o se quisiese enterar. El proceso soberanista acelerado tras la Diada del 11 de setiembre no ha hecho más que dejar en evidencia esta desconexión, acrecentando la distancia entre la cúpula y los diversos y poco organizados sectores catalanistas.

Camino de la ruptura

Pese al ruido originado por la votación en el Congreso y la posterior represalia del PSOE, la ruptura en la familia socialista parece todavía lejana, a tenor de las declaraciones de los líderes de ambos partidos, Alfredo Pérez Rubalcaba y Pere Navarro, que han asegurado que ha sido un caso puntual. De hecho, ambos son conscientes de la «trampa» tendida por CiU e ICV-EUiA, que en sus propuestas de resolución se ciñeron estrictamente al programa electoral del PSC, haciendo inviable su voto en contra -de ahí que Navarro anunciase ayer que llevarán la misma resolución al Parlament-. Hasta Rubalcaba, pese al disgusto, admitió que había sido una decisión coherente.

Además, pese a la importancia simbólica del voto del PSC, cabe destacar su poca relevancia práctica, ya que se limita instar al Estado a negociar con Catalunya una salida al conflicto nacional a través del derecho a decidir, lo cual no es poco, pero vista la mayoría absoluta del PP, no tiene recorrido alguno. De momento, Rubalcaba puede respirar tranquilo, ya que en votaciones clave como la de la Declaración de Soberanía, el PSC se negó a reconocer a Catalunya como «sujeto político y jurídico soberano».

Pese a que la ruptura no parece inminente, la situación refleja la encrucijada del socialismo catalán. Una situación que, si el proceso soberanista sigue adelante, acabará irremediablemente en algún tipo de ruptura. Si el PSC supera sus miedos y apoya sin tapujos el derecho a decidir, la ruptura con el PSOE será inevitable -no faltarán Guerras que aboguen por ello-. Si se sigue enrocando en una vía federalista que no consigue explicar y se opone al proceso, la ruptura se dará en clave interna, ya que al sector catalanista no le quedará más opción que romper con el partido si quiere mantener su coherencia. De hecho, dirigentes históricos del PSC como Ernest Maragall, a quien entrevistamos a continuación, ya han dado el paso.

 
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