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Análisis | El pacífico como nuevo eje mundial

La penúltima crisis en la península coreana

Los recientes acontecimientos en torno a la península coreana han vuelto a repetir el onsabido guión. Las presiones y sanciones contra la RPDC por parte de EEUU y sus aliados son respondidas con nuevas pruebas nucleares, que dan paso a nuevas sanciones desde EEUU.

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Txente REKONDO Analista internacional

En las últimas semanas se han sucedido toda una serie de movimientos que han desembocado en esta penúltima crisis coreana. La nueva tanda de sanciones del pasado mes de enero ha coincidido con al menos dos pruebas nucleares y el lanzamiento exitoso de un satélite por parte de la República Popular Democrática de Corea (RPDC). Pero es sólo una parte de la película, porque en ese tiempo la República de Corea (Corea del Sur) ha intentado poner en órbita otro satélite, al tiempo que celebra junto a EEUU unas maniobras militares frente al territorio norcoreano.

En este contexto, la escalada dialéctica se daba por descontada. A pesar de ello, y reconociendo la existencia de un serio peligro y un aumento de la tensión, son pocos los analistas que apuntan ante una confrontación militar a gran escala.

La RPDC denuncia el doble rasero de la llamada comunidad internacional, que insiste en imponerles sanciones mientras miran hacia el otro lado cuando los protagonistas de similares acciones son los surcoreanos o estados nucleares como India, Pakistán o Israel.

Frente a los intentos de presentar a los dirigentes norcoreanos como seres irracionales -las continuas burlas y mofas hacia su proyecto son un claro ejemplo-, lo cierto es que desde Pyongyang tiene muy claros cuáles son sus objetivos en ese complejo escenario. La necesidad de poseer esa capacidad nuclear se enmarca dentro de la estrategia defensiva (los casos de Libia o Irak son muy recientes) y también como refuerzo de su diplomacia. Es lo que podríamos definir como el uso táctico de la energía nuclear.

Sin esa capacidad, la RPDC no lograría condicionar en determinados momentos la atención internacional, ni conseguir compensaciones a cambio de una ralentización de su programa. Y sobre todo no debemos olvidar que el objetivo de Washington desde hace tiempo es la materialización de un cambio de régimen en el país, algo que a día de hoy no ha logrado en buena medida por el programa nuclear norcoreano.

EEUU sigue con su estrategia y uno de sus pilares pasa por alterar la situación en la RPDC. Las declaraciones de Obama en 2011 ya anticipaban la centralidad que en la política exterior norteamericana está adquiriendo la región de Asia y el Pacífico (abanico de intereses económicos, militares y geoestratégicos).

Oficialmente apuntó la necesidad de asegurar las vías marítimas y adquirir una posición ventajosa en materia económica. Para ello ha reforzado la red de bases militares, al tiempo que busca consolidar la llamada cooperación trilateral (junto a Corea del Sur y Japón).

Todo ello también se enmarca en el largo pulso que Washington viene manteniendo con China desde hace algún tiempo, para hacerse con la hegemonía regional y evitar que sea desbancada a escala mundial por el auge del gigante asiático.

China, por su parte, también tiene su propio guión. Las recientes pruebas norcoreanas y las posteriores sanciones han producido algunas respue4stas que determinados observadores califican de «extrañas». Sin embargo, interpretar ese movimiento chino como un cambio estratégico ante la RPDC sería un error; nos encontraríamos más bien ante un giro técnico, permitiendo determinadas sanciones contra Pyongyang, pero manteniendo su alianza intacta.

Los intereses económicos de China en el país vecino requieren de un escenario estable, y un cambo de régimen auspiciado por EEUU y sus aliados no traería otra cosa que caos e inestabilidad. Desde Beijing se sigue apostando por una salida diplomática, enmarcada en la teoría de los «tres pasos». Unas negociaciones entre ambas Coreas, seguidas de conversaciones entre Washington y Pyongyang, y finalmente la reactivación de la negociación a seis bandas (China, EEUU, Rusia, Japón, RPDC y República de Corea).

Como señalan algunos analistas, la política china hacia la RPDC se resumiría en seis palabras: «no guerra, no nucleares, no inestabilidad».

La República de Corea acaba de nombrar a una nueva presidenta, y las dificultades que está afrontando en sus primeras semanas en el cargo también condicionan la política con el norte. Ante las dificultades que está encontrando la presidenta Park Geun-hye para conformar su equipo de gobierno, como ya ha ocurrido en el pasado, el uso de los enfrentamientos con la RPDC sirven para desviar la atención ante otros problemas domésticos. Las críticas se han sucedido durante estas semanas, y desde amplios sectores de la opinión pública se está acusando a Park de mantener una postura más propia de una representante de la oposición que de presidente del país. Algunos medios locales han llegado a definir su labor al frente del gobierno como «vegetal» o «parálisis». Incluso los soportes más sólidos de esta política conservadora (militares y determinados medios de comunicación) no acaban de ver con claridad el futuro político.

La utilización de una retórica dual hacia Pyongyang, o las recientes maniobras militares con EEUU son interpretadas como un intento de desviar la atención ante los principales problemas que atraviesa a día de hoy Corea del Sur, que son de índole política y económica.

Otros dos actores, Rusia y Japón, mantienen posturas diferenciadas. Desde Moscú se aboga por la búsqueda de una solución común, y en cierta medida se reconoce el papel central que en estos momentos puede desempeñar Beijing.

Por su parte, desde Tokio se hace otra interpretación. Bajo la excusa de las pruebas norcoreanas, los dirigentes japoneses buscan apuntalar el camino iniciado hace algún tiempo, que podría permitir a Japón retomar la senda de la militarización y afianzar su alianza estratégica con EEUU, sobre todo de cara a afrontar las disputas territoriales que mantiene con China.

Hasta ahora todo parece indicar que se siguen repitiendo las pautas habituales en la península de Corea, asemejándose la situación a una especie de «diálogo de sordos». Sólo a través del diálogo y la negociación, dejando de lado la apuesta de la confrontación, podrá en algún momento aclararse la perspectiva en aquella región.

Mientras siga imperando la diplomacia del quid pro quo o del «¿qué hay de lo mío?», EEUU continuará usando la excusa del enemigo norcoreano para desarrollar su estrategia y buscar un cambio de régimen en la RPDC, y por su parte Pyongyang hará un uso disuasorio y una baza negociadora con su programa nuclear.

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