Mikel INSAUSTI

Con Donald E. Westlake se plantea el eterno debate sobre si el cine debe ser fiel a la literatura o no. Y la fidelidad a la novela adaptada no tiene nada que ver con el buen o mal resultado de la película. La prueba está en «Parker», que es la primera realización cinematográfica de la historia que utiliza el nombre del personaje creado por el escritor bajo el seudónimo de Richard Stark. Por lo tanto se supone que es más respetuosa que las libérrimas relecturas que en su día hicieron John Boorman o el mismísimo Jean-Luc Godard, ya que ha contado con el visto bueno de la viuda de Westlake. No dudo en que se ajusta más al texto, pero en definitiva resulta mucho menos interesante que «A Quemarropa» o «Made in USA».

Lo que sí cabe reconocer, pasado el tiempo, es que ni Lee Marvin, ni mucho menos Anna Karina, personificaron al ladrón en cuestión. El honor de convertirse en el genuino Parker le cabe única y exclusivamente al inglés Jason Statham, quien desaprovecha la gran ocasión que se le presentaba. No es su culpa, sino la de los productores que le han contratado. Todo el mundo sabe que en la pantalla solo domina un único registro de tipo duro, y que lo suyo es el cine de acción en su sentido más físico. Es tan carismático que «Parker» termina siendo un producto Statham, lo que equivale a dejar de lado la narrativa de serie negra para potenciar los aspectos más dinámicos del guión adaptado por John J. MaLaughlin, quien tampoco acertó a definir al personaje recreado en «Hitchcock».

Otro de los motivos por los que la caracterización de Statham no encuentra la necesaria conexión genérica es la inadecuada presencia como compañera de reparto de Jennifer Lopez, que en ningún momento da el perfil de mujer fatal. Los buenos y curtidos secundarios como Nick Nolte, Patti LuPone o Bobby Cannavale tampoco disponen de espacio suficiente para equilibrar la balanza, la cual depende de un Taylor Hackford que ya no está en activo, y al que le falta nervio para rodar las escenas de atracos.