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Una declaración de impotencia económica

Básicamente, los presupuestos que el lehendakari Urkullu y su consejero de Hacienda y Finanzas, Ricardo Gatzagaetxebarria, presentaron ayer revelan algo que todos conocían: que la economía vasca se encuentra en un profundo agujero y que el Ejecutivo de Gasteiz ha preferido quedarse sin herramientas fiscales y sin voluntad de abordar alternativas a los recortes que posibiliten una salida a esa situación. En otras palabras, constituyen una declaración de impotencia económica combinada con una retórica de la resignación que incide en la inevitabilidad y la ausencia de alternativa a las cuentas públicas presentadas, a sabiendas de que son dañinas para la sociedad y que van a contribuir a aumentar el paro y las desigualdades.

Con un recorte presupuestario general de casi un 11%, del cual más de un 26% (casi 300 millones de euros) corresponden a Educación y Cultura, a Empleo y Políticas Sociales y a Sanidad, estos presupuestos van en la línea de las políticas fracasadas del tijeretazo. Cabría preguntarse por qué no se recortado en obras faraónicas de dudosa utilidad social como el TAV o en el gasto militar. Por qué se mantiene una fiscalidad que favorece a las rentas altas, empresariales y del capital. La cosmética política difícilmente puede presentar estas cuentas como unos presupuestos sociales que contribuyen a la reactivación económica del país. La política de aceptar un mal menor -recortar por doquier- para evitar un desastre mayor se ha demostrado sobradamente que inflige un daño enorme en la sociedad.

El presupuesto retrata, asimismo, una apuesta que muestra sumisión y obediencia debida al sacrosanto imperativo del déficit -y al dictado de Rajoy-, y a su vez demuestra pereza intelectual, falta de coraje y de pensamiento creativo para construir nuevas opciones frente a la política de austeridad, sus recortes y el efecto dominó que tiene en la economía vasca. Urkullu y Gatzagaetxebarria pueden estar seguros de que con esos presupuestos la inseguridad, la ansiedad y la erosión de la confianza en relación al futuro que nos espera, comprensiblemente, se habrán disparado.

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