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ANÁLISIS | AÑO ELECTORAL EN ALEMANIA

Un nuevo partido euroescéptico inquieta a la canciller Merkel

La formación Alternativa para Alemania ha nacido con fuerza y quiere constituirse como partido en abril. Tiene pensado presentarse a las elecciones generales el 22-S. Su irrupción en el escenario político podría costarles votos a los partidos del Gobierno.

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Ingo NIEBEL Periodista e historiador

Es muy posible que los institutos de encuestas en Alemania tengan que incluir en sus futuros sondeos a una nueva formación política autodenominada Alternativa para Alemania. A mediados de abril este grupo quiere constituirse como partido político para poder concurrir a las elecciones generales del 22 de setiembre. En un principio, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel y su socio, el Partido Liberaldemocrático (FDP) de Philipp Rösler, optaron por ignorar a la nueva organización pero ahora, cuando se anuncia otra grave crisis en la zona euro, el bipartito ha cambiado de táctica. Esta vez no se trata de una agrupación que, como ocurrió con el Partido Pirata, reúne a votantes de un espectro opuesto a los dos partidos de Gobierno, sino que justamente surge de los sectores burgueses muy próximos a CDU y FDP.

En estos momentos, el partido de Merkel es la primera fuerza política en Alemania y obtendría ahora unos 40 puntos. El FDP de Rösler se halla en el límite del 5%, más bien por debajo, lo cual significaría que no volvería al Bundestag. El Partido Socialdemócrata (SPD) se mueve, según las encuestas, entre el 25% y 28%; su socio preferido, los Verdes ecologistas, en torno al 15%. El panorama augura un empate técnico, por ahora, porque los dos partidos de la oposición no quieren formar un tripartito con el socialista Die Linke (La Izquierda), cotizado con entre 6 y 8 puntos. El denominador común de CDU y FDP, SPD y Verdes es que, salvo en algunos matices, han respaldado la política de «rescate del euro» de la canciller Merkel.

La CDU y el FDP han coincidido especialmente en hacer caso omiso a los intereses de una parte importante de sus respectivos electorados que, por diferentes razones se ha opuesto a las ayudas financieras brindadas a Grecia y la creación de los diferentes mecanismos del denominado rescate. Con la arrogancia que caracteriza a la dominante clase política en Berlín, los temores de sus votantes fueron minimizados cuando no abiertamente despreciados.

En un principio, los «euroescépticos» decidieron emprender la vía judicial para frenar la política de Merkel y de su ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, dirigiéndose en varias ocasiones a la Corte Constitucional. Sin embargo, los máximos jueces solo podían definir jurídicamente el rumbo político, pero no estaba en su poder frenarlo, tal y como lo hubieran querido los demandantes.

Estos, al final, se decidieron por reunir a 200 catedráticos de economía que, en una carta abierta a la jefa de Gobierno, expresaron su disconformidad con la política económica. Merkel, como respuesta, pasó por encima de los argumentos esgrimidos por los expertos, realizando su propia agenda, decretando más de una vez que no había alternativa hacia su política. Su soberbia puede suponer al final un error estratégico.

Cuando la pasada semana la Alternativa para Alemania se presentó a la opinión pública asistieron de golpe unas 1.200 personas a su primer evento. El diario conservador «Frankfurter Allgemeine Zeitung», el buque insignia del gran capital, constató que el nuevo partido es expresión de «una burguesía descontenta». En el programa de Alternativa consta lo siguiente: «La crisis europea de endeudamiento y financiera ha convencido a muchas personas de que los partidos tradicionales no son capaces o no tienen la voluntad de hacer una política sostenible, transparente, próxima al ciudadano, conforme al estado de Derecho y democrática». «Términos procedentes del cajón del movimiento alternativo de los últimos 30 años», diagnosticó el también conservador «Die Welt» de forma positiva, haciendo alusión a las palabras claves que caracterizaron al Partido Verde de hace tres décadas, el que entonces se presentó como una alternativa al SPD, FDP y a la propia CDU.

Que ahora Alternativa para Alemania surja desde la derecha democrática no sorprende porque ya durante las protestas contra la polémica ampliación de la estación central de Stuttgart se vio que el grueso de los manifestantes no pertenecían a los «sospechosos de siempre» sino que eran ciudadanos de la burguesía que pensaban que con argumentos y practicando el derecho a manifestarse podían evitar un muy caro error arquitectónico. Pero la política recurrió a la fuerza policial para realizar su proyecto. Recientemente, los responsables tuvieron que reconocer que los gastos se habían disparado de tal manera que si lo hubieran sabido antes tal vez no habrían seguido adelante. Con ello dieron la razón a los manifestantes. Algo parecido ha ocurrido con el supuesto «rescate del euro».

Alternativa para Alemania aboga por «una salida controlada» de determinados países de la zona euro. Al mismo tiempo, se desmarca de posiciones ultraderechistas. Por el eco social y mediático se ha ganado ahora la atención de la CDU. El jefe de su grupo parlamentario, Volker Kauder, le echó en cara que «Alemania necesita a Europa. Eso es algo que ignora Alternativa para Alemania», a la que tachó de ser «el miedo institucionalizado ante el futuro»

Ahora el «partido de los catedráticos», tal y como lo definen algunos medios, tiene que ganarse la confianza del electorado ya que los votantes priorizan ante todo la competencia antes que las siglas y el candidato de un partido.

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