Raimundo Fitero
El no
No» es un monosílabo. Lo mismo que «sí». Pero cuando se asegura que sí se puede, se sobrentiende que sí se puede decir no. Que democráticamente vale exactamente lo mismo. Y los chipriotas están diciendo «NO». Y ese «no», minúsculo, está erosionando el aparentemente sólido muro centroeuropeo que ha hecho del euro una causa inquisitorial. Han dicho que no en el Parlamento, han dejado con un «no» a un presidente recién nombrado que debe ir a decirle a los jefes que antes era un sí pero, ahora es no. Que nanai, que nasti de plasti. Que el corralito para tu... Es decir lo que no ha hecho esa cosa que fuma puros y el empleado de la banca que manda, un tal De Guindos. El que dice «sí, lo que tú quieras». Tiembla el sistema métrico decimal europeo por un «no» de uno de sus miembros más diminutos.
Permanecemos atentos a la pantalla para saber en qué quedan todos los síes y los noes que desde Europa van a llegar al reino de España. A sus gobernantes que ya hablan de subterfugios, de «ingeniería jurídica» para saltarse la resolución sobre la doctrina Parot, para seguir incumpliendo su propias leyes, porque ellos tiene siempre el «no» en la boca para resolver los asuntos con los vascos o catalanes. Son la negación del Derecho, del estado de Derecho, de la legislatura, lo que les aproxima a ser dignos herederos del antiguo régimen, al que tanto admiran y que todavía no han condenado, y que resucitará un día Franco con todos los honores.
Francisco dice «no» y «sí», a la vez. Son los dones del papado. Sorber y silbar a la vez. Recibe a Cristina, la Gran dama, la primera en besar su anillo. Y oficia un santo oficio, bajo palio. Es el papa de los pobres. Un oxímoron. Los pobres son una reliquia retórica. Ellos están con los ricos, con los poderosos, con la púrpura, con el boato. Son el Poder. Y dicen «no» por dogmáticos, por superlativos. Vamos, animo de la semana santa que va a ser televisivamente terrorífica. Digamos un «NO» estridente contra el abuso de la televisión pública estatal en su evangelización y apostolado católico excesivo, grosero. Por una televisión laica, aconfesional. Libre y para todos. Que todos la pagamos con los impuestos. El IVA es un impuesto, no un color.