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Josu MONTERO Escritor y crítico

Vertedero

Ha sido llegar la primavera y caérsenos encima varios de esos contundentes Días Internacionales de. Uno no sabe muy bien la función de esas celebraciones institucionales y no puede por menos de imaginarse siniestramente al comité o lo que sea que en algún extraño Olimpo se encarga de repartir por el calendario esas mayúsculas jornadas. Uno tampoco puede evitar imaginarse a los objetos de esas celebraciones como animales en peligro de extinción a los que hay que prodigar nuestras atenciones. El caso es que nos acaban de caer, así de sopetón, el Día de la Poesía, el Día del Teatro, y uno de nuevo cuño, y ciertamente aterrador, el Día de la Felicidad. Los hechos siguen cada vez más tozudamente la senda de los mundos felices de Orwell y de Huxley. A falta de libertad verdadera y de dignidad existencial, al menos Amor y Felicidad y Poesía. Nos servirán para ir tirando mientras podamos meter la desdicha y la humillación y la violencia dentro de los límites de la televisión o de las fotos de los periódicos o de sus siempre ordenaditas columnas. Observando las imágenes premiadas en el World Press Photo nos recorre el escalofrío de la desazón ante tamañas injusticias, pero a renglón seguido esas imágenes cobran un cariz tranquilizador, cuando la belleza estética ocupa el primer plano de esa foto tan perfectamente contenida entre sus límites. Una de ellas nos muestra cómo unas negrísimas nubes de tormenta se ciernen sobre la infinita extensión del vertedero de Nairobi, en el que viven un millón de personas entre toneladas de residuos, muchos tóxicos. El primer plano lo ocupa una mujer negra con la ropa más negra aún de mugre; sentada en un montón de basura lee abstraída un libro que ha encontrado allí. La foto, esa mujer, transmite una extraña y desoladora paz.

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