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CRíTICA teatro

Crisis sobre crisis

 

Carlos GIL

A Este texto de Jean Genet es fundacional de una visión del arte escénico conmovedor, cruce de conceptos artaudianos y la experiencia de que crea la voz desgarradora de un autor tan singular como Genet y de una interpretación del ser humano tan poco compasiva al que considera como capaz de crear la belleza de la crueldad. Siempre ha sido un texto iniciático: dirigirlo, interpretarlo, requiere de una capacidad de aventura que lleve a la expresión más vital de las actrices dando vida a esas hermanas, esas sirvientas que preparan una ceremonia cruenta. Teatralmente rica, excesiva, inquietante. Un hito del siglo XX. Una piedra de toque para quien a ella se acerca.
 
Este montaje ha logrado lo imposible: hacerla aburrida, inane, asumible, insufriblemente pequeño burguesa. Como si la crisis de la que habla su director sea una crisis de entidad teatral, de mirada política a un texto eminentemente político, convertido casi en una comedieta de “boudoir “. No es un problema de economía de medios, el texto es tan potente, que no necesita nada más que un espacio, actores o actrices  que lo entiendan y se quemen en al hoguera de una textualidad orgánica, no sicologizada como aquí sucede, una idea del mundo clara y los elementos imprescindibles.
 
Esta “versión” del propio director la ha dejado sin capacidad para inquietar a nadie. No sucede nada, se dice un texto de Genet como si fuera otra cosa, y en esa acumulación de errores se va creando la gran crisis: todo es increíble. Pese a que Tomás Pozzi, dando vida a la Señora intenta, por un camino más esperpéntico, crear alguna fricción. No sucede nada, porque está todo encorsetado, está todo colocado en otra clave, nada genetiana. En una propuesta verbalista, sin acciones, con interpretaciones planas, desleídas, televisivas
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