«Teníamos que encontrar juntos una solución para un modelo de negocio que no era viable y que no podía ofrecer prosperidad duradera a la población de Chipre», aseguró ayer el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en una rueda de prensa.

El jefe del Ejecutivo comunitario reconoció que la radical reestructuración del sector bancario chipriota obligará al país a enfrentarse a «inmensos desafíos» y a un «shock económico» cuyas «consecuencias sociales» Europa debe tratar de «aliviar».

Justificó el plan, sin embargo, por la necesidad de terminar con un modelo económico «demasiado centrado en el sistema financiero» que las capitales europeas no estaban dispuestas a apoyar y dado que la bancarrota estaba «muy cerca». El rescate «es duro», admitió el ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, quien aseguró que «no podía ser de otra forma» dada la «economía de casino» de Chipre.

«El sistema era increíble: los intereses eran del 5%» y para dar esa remuneración los bancos chipriotas «tenían que invertir en otras economías de casino, en particular en Grecia», indicó Fabius, que también criticó el sistema fiscal, y en concreto, un impuesto de sociedades de solo el 10,5%, que ahora será elevado.

El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, aseguró que la banca chipriota será reducida «al nivel medio europeo en relación con la economía del país» y defendió que el programa pactado por la zona euro y el Fondo Monetario Internacional (FMI) servirá para luchar contra el blanqueo de dinero y el fraude fiscal en la isla.

La canciller alemana, Angela Merkel, destacó que el nuevo programa de rescate para Chipre es «correcto» porque obliga a asumir «responsabilidades», las cargas financieras, a «los que han originado el problema».

«Mejor que la quiebra»

Entretanto, en una intervención televisada en la tarde de ayer, el presidente de Chipre, Nikos Anastasiadis, defendió las medidas pactadas en el Eurogrupo, pese a ser «dolorosas». Aseguró que ha sido «el mejor acuerdo que se podría obtener dadas las circunstancias» y añadió que era mejor alternativa que la quiebra.

«La tarea del Gobierno fue difícil y los márgenes de actuación muy limitados», subrayó Anastasiadis para asegurar que «a partir de mañana empieza otro periodo» y que ya en los próximos días «empezarán a sentirse las consecuencias sobre nuestras vidas».

El presidente dijo que entiende la ira de los ciudadanos con los responsables de la situación en la que se encuentra el país, y anunció que hoy mismo el Consejo de Ministros nombrará a los jueces que estarán al cargo de la investigación penal del asunto para determinar a los responsables de la situación.

En cuanto a la apertura de los bancos y las restricciones al movimiento de capitales, Anastasiadis contradijo informaciones difundidas por la propia banca a diversos medios y señaló que sí habrá limitaciones en las transacciones financieras.

«El Banco Central de Chipre, aplicando las leyes que ha votado el Parlamento, impondrá algunas restricciones a las transacciones. Es una medida provisional, que progresivamente se irá levantando», dijo el presidente, quien subrayó que el Banco Central asegurará la liquidez de todos los bancos y añadió que la primera tarea será garantizar los depósitos de las cajas de pensiones en las entidades afectadas.

Así pues, todos los bancos chipriotas reabrirán hoy sus puertas al público, excepto el Banco de Chipre y el Banco Popular (Laiki Bank) que lo harán el jueves, con lo que se da por finalizado el corralito que se prolongaba desde hace más de una semana.

Quitas a los grandes depósitos

El acuerdo cerrado en la madrugada de ayer para dar un préstamo de 10.000 millones de euros a Chipre protege finalmente los depósitos de menos de 100.000 euros -garantizados por las normas europeas-, pero aplicará pérdidas importantes a los grandes ahorradores, accionistas y tenedores de bonos junior y senior, aunque las cantidades aún están por definir.

El pacto incluye la liquidación del banco Laiki, el segundo del país, y el traspaso de sus depósitos al Banco de Chipre, la mayor entidad chipriota y cuyos depositantes y bonistas también tendrán que contribuir al rescate con cantidades por definir, incluidos los empresarios rusos que han colocado sus fortunas en la isla. Se espera que esta medida genere 4.200 millones.

El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, zanjó el debate sobre la contribución de 5.800 millones que Nicosia tenía que aportar al rescate con un «ya no hablemos» de la cifra, al haber quedado obsoleta con la reestructuración bancaria.

Las tensas y complejas negociaciones entre el presidente chipriota, Nikos Anastasiadis, con los presidentes de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y del Consejo, Herman Van Rompuy, se prolongaron por espacio de doce horas. También intervinieron en las negociaciones la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.

El pacto hasta tuvo tintes dramáticos cuando Anastasiadis preguntó a sus interlocutores si con las condiciones que le imponían no le estaban forzando a la dimisión ante la posibilidad de tener que cerrar también el primer banco del país, el Banco de Chipre.

Apoyo de Rusia

Entretanto, el presidente ruso, Vladímir Putin, apoyó ayer el plan de rescate al ordenar a su Gobierno que negocie las condiciones de la reestructuración de la deuda de la isla por un crédito de 2.500 millones de euros concedido en 2011.

Nicosia había pedido a Moscú una prórroga de cinco años y una rebaja de los intereses del 4,5% al 2,5%, lo que supondría una condonación del 10% del total de la deuda. «Creo que esta es una ayuda aceptable para la parte chipriota», declaró el ministro de Finanzas ruso, Antón Siluánov.