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Belén MARTÍNEZ | Analista social

Abrazos: un bien inmaterial

Mata Amritanandamayi (Amma) reparte abrazos. Esta actividad contribuye a la financiación de Embracing the World. La fuente de ingresos principal de esa multinacional caritativa proviene de la comercialización de saris, libros, DVDs, etc. Paradójicamente, el merchandising no es un inconveniente: Amma defiende que ninguna madre hace pagar su leche maternal. Cuestión de Dharma.

«Dejar a un lado la energía sexual. Nada de besos», es una de las consignas que reciben las personas asistentes a los talleres de abrazos que se imparten en Londres a 36 euros la sesión. Conocerse, tocarse y culminar con un abrazo final. Me imagino estrujándome con un desconocido, como Micifuz y Zapirón cicatrizando sus heridas.

«Haz una pausa. Regálate una caricia» es el eslogan escogido por Jackie Samuel en su página web, donde se presenta como «profesional de los abrazos». La falta de contacto físico afectivo aumenta el estrés y la ansiedad. Todo eso desaparece acurrucándose al módico precio de 60 dólares la hora. Tocar las partes íntimas está prohibido. Una variante son las caricias dobles en compañía de Colleen.

«Free Hugs» (abrazos libres o gratuitos) es un movimiento que surge en 2004 en Australia y que se extiende por todo el mundo: desde Harajuku a Sacramento. En el Estado francés, el Instituto Nacional de Prevención y Educación para la Salud (INPES) lo recuperó para una campaña contra la discriminación de las personas que conviven con el VIH.

La invención de una chaqueta que simula un abrazo, inflándose cada vez que se recibe uno vía Facebook, decreta la muerte del obrero fordista. ¿Son los abrazos un trabajo de servicio?

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