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Mikel INSAUSTI I Crítico cinematográfico

Adiós al Tío Jess

 

Los obituarios y las notas necrológicas no tienen ningún sentido cuando fallece alguien tan inclasificable como Jess Franco. Ya se adelantó a todos con sus últimas voluntades, al dejar bien claro que no quería ni velatorios, ni ningún tipo de acto religioso o similar. Esa forma de actuar tan suya ya la había manifestado con motivo de la reciente perdida de su musa y compañera Lina Romay.

Odiaba la hipocresía tan española de hablar bien de alguien en el momento que pasa a mejor vida, por eso mismo no voy a cometer el error de ensalzarle, ni de nada por el estilo. Nunca me gustaron sus películas, pero entiendo el culto que han despertado, entre la posmodernidad y los amantes de lo bizarro, las sicotrónicas bandas sonoras que las acompañaban.

Creo que es el típico caso del personaje que es mucho más interesante que su obra. Por eso daba gusto oírle hablar, con esa rebeldía innata que nunca le abandonó. Poseía, no la razón de los locos, sino la de los que siempre han hecho lo que les ha venido en gana, sin importarles la opinión de los demás.

Ante todo me parece admirable su autoconsciencia de lo que hacía y cómo lo hacía. Es una manera muy peculiar de ser autor a la contra, es decir, sin la pretensión de trascender o ganarse un prestigio. No es lo mismo homenajear al cine de serie B o Z desde la distancia de una producción convencional, que vivir dentro de semejante circo, conviviendo con actores y actrices venidos a menos o que nunca fueron considerados. Y el Tío Jess fue un ejemplo de cineasta, todo lo casposo que se quiera, pero incuestionablemente libre. ¿Cuántos pueden decir hoy en día lo mismo?

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