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Muere el «zar de las esmeraldas» Víctor Carranza, impulsor del paramilitarismo

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El «zar de las esmeraldas» y uno de los principales impulsores del paramilitarismo en Colombia, Víctor Carranza, que durante décadas controló el negocio de las esmeraldas en el país, murió a los 78 años a causa de un cáncer de próstata y pulmón en la Fundación Santa Fe de Bogotá. Aunque más de diez exjefes paramilitares, entre ellos Salvatore Mancuso, lo señalaron como uno de los patrocinadores de los grupos paramilitares, nunca fue condenado.

Según el testimonio del exjefe paramilitar Freddy Rendón, alias «El Alemán», Carranza se reunió varias veces con Carlos Castaño y hacia 2001, en conjunto con el fallecido esmeraldero Yesid Nieto, se determinó la creación de un bloque en Boyacá, que ayudaron a financiar los comerciantes de esmeraldas.

El senador y presidente del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado Iván Cepeda, quien escribió un libro sobre Carranza -«El Patrón»-, lo calificó de «personaje siniestro». Lamentó que muriera sin ser condenado por los crímenes que, según denunció, cometió en contra de campesinos para apropiarse de sus tierras y transformarlas en grandes emporios latifundistas. Para Cepeda, la muerte de Carranza sin ser juzgado «es una gran deuda que la Justicia tiene hoy con el país, con las víctimas, es una situación que nos llama a reflexionar sobre lo que hay que hacer hacia el futuro, con relación a personas similares a Carranza que siguen hoy, en Colombia, en deuda con la comunidad. No fue ningún constructor de paz».

Uno de los abogados de sus víctimas, Luis Guillermo Pérez, había enviado un mensaje de urgencia a la Fiscalía General de la Nación para que agilizara los múltiples procesos que se adelantaban en su contra con el fin de garantizar la reparación a la víctimas de sus actividades ilícitas. «Una vez muerto no se le van a poder embargar sus bienes puesto que estos pasaran a la sociedad de su familia», aseveró el jurista.

Frente a quienes alabaron el papel que Carranza desmpeñó junto a otros productores de esmeraldas y el entonces obispo de Chiquinquirá para poner fin a la llamada «guerra verde» que enfrentó a mineros de esmeraldas y en la que murieron cerca de 3.000 personas en la década de 1980, Pérez recordó su presunta participación en las masacres de Caño Jabón y Mapiripán «en las cuales Mancuso y otros jefes han reconocido su responsabilidad y pedido perdón».

Sin embargo, el obispo de Egantivá, Héctor Gutierrez, alabó la figura de Carranza, «un campesino cuya universidad fue la vida».

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