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Iñaki LEKUONA Periodista

Del frente del Rin al Aturri

Alsacia, ese territorio de lengua y cultura germanas, pretexto de todos los conflictos bélicos de carácter nacional entre Francia y Alemania desde mediados del XIX, incluidas dos guerras mundiales, acudía ayer a las urnas para votar la fusión, en una sola entidad, de sus dos instituciones departamentales con el Consejo regional. Para un país jacobino como Francia, la experiencia está suponiendo un drama nacional, una confontación en toda regla.

Y eso que lo único que los alsacianos podían determinar con el voto de ayer era un simple cambio administrativo, un reagrupamiento sin grandes contenidos competenciales que, quizá por ello, concitó el desinterés de la ciudadanía de esta franja renana.

En el frente de la batalla dialéctica se han colocado los pequeños generales políticos, entre ellos Marine Le Pen, defensora del sí hasta que cambió de bando con un «quiero que Alsacia siga siendo francesa». Algo que comparte el comandante de la izquierda comunista, Jean-Luc Melenchon, para quien la unidad administrativa alsaciana es sinónimo de desmembramiento, una amenaza a la unidad e indivisibilidad de Francia. Como otros estrategas de la polítca, estima que el enemigo está en casa, y no es otro que el sentimiento identitario que ellos consideran regional, pero que es tan nacional como el suyo, el francés. Y como poco, tan legítimo.

Pero tan metidos andan en sus trincheras que son incapaces de ver con perspectiva. Y tan belicosos se presentan, que acabarán por perder la guerra que ellos mismos, con su inflexibilidad jacobina, han provocado. Se ha abierto un frente en el Rin.

Otro se abrirá pronto en el Aturri.

 
 
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