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Raimundo Fitero

De ronda

 

Hay épocas en las que parece que La Parca anda de ronda y no nos deja un respiro. Nos marca el temario de nuestros artículos de una manera espantosa. Hoy tenemos que hablar de un hombre muy popular, José Luis Sampedro, economista, escritor, académico de la lengua, y como destacan en sus obituarios, humanista. Noventa y seis años tenía, había superado hace unas décadas una terrible operación a corazón abierto, y era de esos seres que cuando hablaban gustaba escucharles porque siempre decían algo de interés.

Era muy preciso en su postura ideológica cuando hablaba de su oficio primero, profesor de economía, ya que mostraba de manera reiterada la existencia de otras posibilidades de aplicaciones de recetas económicas, tanto en lo macro como en lo micro, pero que se habían decantado los poderes por el neoliberalismo por ser la expresión más cruda del capitalismo más atroz. No entendía las razones por las que los gobiernos hacían caso a los mercados y no los controlaban. Y lo decía con un verbo tan sencillo que lo entendía todo el mundo; por eso era molesto.

Casi un siglo de vida da para acumular muchas experiencias y sobresalía la lucidez mental, memoria y actitud vital con la que se mantenía este hombre. Lo vimos no hace mucho en «Salvados» de Jordi Évole, donde ya dio muestras de su socarronería sobre el futuro, pero siguió dando muestras inequívocas de su magisterio, con su reivindicación de la toma de conciencia, de la rebelión, de la indignación como respuesta básica a todos los atropellos que sufrían los ciudadanos, especialmente las clases menos favorecidas. Ha sido hasta sus últimos suspiros una voz de la conciencia colectiva, un agitador sin estridencias. Nos queda su legado, los archivos, sus novelas, su pensamiento activo. Este hombre había logrado ser un sabio popular, un anciano que reactivaba la juventud de los demás, un famoso que aprovechaba sus minutos televisivos para señalar un camino de posible solución. Indomable en sus principios, sin agitar banderas, siendo fiel a su concepción del mundo, se nos ha ido sin molestar un hombre querido, admirado e imprescindible. Ojalá haya acabado la de la guadaña su maldita ronda.