«Las potencias occidentales saben que se cometió un genocidio contra los tamiles»
S. J. Emmanuel nació en Jaffna en 1934. Graduado en Ciencias por la Universidad de Ceilán, y en Filosofía y Teología por la Universidad Pontificia de Roma, en 1966 se ordenó sacerdote. Víctima y testigo de la masacre del pueblo tamil, en 1997 se autoexilió en Europa, desde donde sigue apoyando los derechos de los tamiles y denunciando el genocidio cometido por el Gobierno de Sri Lanka.
Ainara LERTXUNDI
En mayo de 2009, el Gobierno de Sri Lanka dio por finalizada la guerra contra los Tigres para la Liberación de la Tierra Tamil (LTTE). Fueron cinco meses de operaciones terrestres, aéreas y marítimas en los que cientos de miles de civiles tamiles se vieron obligados a refugiarse en las playas y en los que los heridos eran atendidos en hospitales improvisados debajo de los árboles. Fue una guerra sin apenas testigos, porque Colombo se encargó de evitar la entrada de periodistas y de expulsar a las organizaciones no gubernamentales. La cifra total de muertos sigue siendo una incógnita. Algunas fuentes elevan a 40.000 las víctimas mortales. Y alrededor de 300.000 tamiles, entre ellos niños, mujeres, ancianos e inválidos, fueron detenidos y confinados en campos de concentración durante meses sin asistencia humanitaria.
En estos casi cuatro años, han ido saliendo a la luz denuncias de ejecuciones sumarias, de torturas y violaciones a detenidos, e informaciones que apuntan al uso de armamento prohibido como el fósforo blanco.
Desde hace casi dos décadas, el sacerdote S. J. Emmanuel, presidente del Global Tamil Forum que agrupa a la diáspora tamil, ha acudido puntualmente a las sesiones anuales de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra y ha escrito tres libros sobre la lucha del pueblo tamil, además de impartir conferencias.
En su Jaffna natal fue rector del Seminario San Francisco Javier, vicario general de la Diócesis de Jaffna, fundador y director del Centro para una Sociedad Mejor y editor de dos periódicos bimensuales en lengua tamil.
En octubre de 1995, se unió junto a sus alumnos del seminario al histórico éxodo protagonizado por 500.000 hombres, mujeres y niños. Después de un año en la selva, se autoexilió en Europa, desde donde ha proseguido su labor de denuncia de las políticas de Sri Lanka.
El pasado febrero, participó en Iruñea en la conferencia internacional de Sortu. «El Gobierno presentó ante el mundo la causa tamil como una cuestión de terrorismo. Estados Unidos, entonces con George W. Bush a la cabeza, y el resto de naciones le proporcionaron el dinero y las armas que había pedido y con las que destruyó todo. En el escenario actual no hay ni paz ni justicia. Las potencias occidentales saben que se cometió un genocidio contra el pueblo tamil, pero no tienen el suficiente valor como para encararse con Sri Lanka y obligarle a que restaure la justicia. Lo que estamos exigiendo es precisamente eso, verdad, justicia y reconciliación», subraya en la entrevista con GARA.
Este sacerdote critica especialmente el papel jugado por Washington y Londres en el marco de «la guerra contra el terrorismo mundial», y la inoperancia de la ONU a la hora de detener el genocidio. Un informe interno de la ONU ha censurado la actuación de sus propios funcionarios por no proteger a los civiles durante las últimas semanas de la ofensiva militar del Ejército y Aviación cingaleses.
Con la «victoria» de Colombo, los tamiles se han visto todavía más despojados de todos sus derechos. «Solo hay una lengua y una religión; la de ellos, los vencedores», remarca con voz pausada. Preguntado sobre el destino de los 300.000 tamiles detenidos durante la contienda, subraya que, si bien fueron puestos en libertad, no pudieron regresar a sus lugares de origen, donde se construyeron bases militares, y continúan sobreviviendo «debajo de los árboles o en zonas al aire libre porque no hay casas para ellos. A los visitantes solo les muestran las construcciones de hoteles de lujo y de bases militares para aparentar cierto desarrollo y esconder el genocidio» y la recolonización de áreas tamiles.
Por ello, demanda una mayor presión a Sri Lanka para que acepte una comisión de verificación internacional independiente. «En este mundo, en el que no hay más que corrupción, se hace imprescindible la solidaridad y, por eso, acepté la invitación a participar en esta conferencia -en alusión al acto que Sortu celebró en el Baluarte de Iruñea-. Desde hace 20 años, he acudido a todas las sesiones anuales de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. ¿Y con qué me he encontrado? Con corrupción, con intereses personales al servicio de los grandes, mientras la gente se muere en Africa, Asia... por culpa de la guerra, de sistemas dictatoriales, del hambre. No hay justicia», se lamenta.
Frente al silencio internacional ante los crímenes de guerra cometidos por Sri Lanka, 132 líderes de diferentes iglesias y comunidades religiosas en el norte y este de Sri Lanka, territorio histórico tamil, enviaron en febrero una carta a la ONU para denunciar que «el asesinato y la desaparición de decenas de miles de civiles y las acciones que están suprimiendo sistemáticamente al pueblo tamil, a nuestra cultura, religión, idioma, parecen tener la intención de destruir al pueblo tamil. Con estos métodos opresivos, que han continuado después de la guerra, nuestra identidad como pueblo será destruida».
Por ello, reclamaron a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU una solución política que reconozca la libre autodeterminación de los tamiles.