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«Siendo coleccionista de discos es natural que yo haya grabado tanto»

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Vladímir Áshkenazy
Pianista y director de orquesta

Nacido en Rusia en 1937, Vladímir Áshkenazy es una leyenda viva del piano y director de orquesta de larguísima trayectoria. Considerado una de las mayores autoridades en el repertorio ruso, llega esta tarde al Kursaal de Donostia junto con la Joven Orquesta de la Unión Europea y el violinista Daniel Hope, para interpretar músicas de Britten y Ravel.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Vladímir Áshkenazy se inició en el piano a los seis años y se graduó en el Conservatorio de Moscú. Llamó la atención internacional muy joven, a los 18 años, cuando se alzó con el segundo premio del Concurso Chopin de Varsovia en 1955 y el primer premio del Reina Elisabeth de Bruselas un año más tarde. De esa fecha proceden sus primeras grabaciones, primero para EMI y a partir de 1963 para DECCA, con la que ha mantenido una de las relaciones más fructíferas de la historia de la fonografía. Áshkenazy ha firmado cientos de discos como pianista, incluyendo toda la literatura para piano de Beethoven, Chopin, Rachmaninov, Schumann o los 27 conciertos para piano de Mozart, a los que hay que sumar varias decenas de grabaciones en su otra faceta, la de director de orquesta.

Usted hizo su primera grabación para el sello Decca en marzo de 1963, exactamente hace 50 años. Fue el «Concierto para piano nº3» de Rachmaninov, una grabación legendaria que ha alcanzado el estatus de referencia. Pero la realizó en un momento vital complicado, pues había huido de la Unión Soviética para vivir en Londres.

No es que hubiese huido de Rusia, porque vivía en Londres con un pasaporte soviético. Pero claro, no era una situación nada cómoda, porque a los soviéticos no les gustaba la gente alojada en Occidente sin su permiso. Yo no llegué a pedir nunca el asilo político, pero sí que abandoné oficialmente la Unión Soviética un poco más tarde. 1963, el año de esa grabación, fue un año difícil, porque llegar de la URSS al Oeste y organizar una nueva vida allí fue toda una empresa. Afortunadamente tuve mucha ayuda de mi esposa, que es islandesa y llevaba varios años viviendo en Londres, así que enseguida comencé a sentirme cómodo.

Esa grabación marcó el despegue definitivo de una carrera discográfica que apenas ha sido igualada por ningún otro pianista, por la enorme amplitud del repertorio que ha grabado usted. ¿Por qué se ha sentido tan cercano al mundo de las grabaciones?

No puedo darte una razón única de por qué he grabado tanto, pero sí que ha sido importante el hecho de que DECCA siempre haya estado interesada en que lo hiciera. Cualquier cosa que he propuesto siempre han querido grabarla, nunca he tenido que rogarles ni convencerles. Toda sugerencia mía recibía un «sí, ¿y por qué no?» por respuesta. Al margen de eso, estoy muy interesado en las grabaciones porque, cuando vivía en la Unión Soviética, nuestra conexión con Occidente y su cultura era muy limitada. Cuando viajaba al extranjero me traía a casa muchas grabaciones de repertorio que por aquel entonces no estaba disponible en la Unión Soviética. A través de esas grabaciones conseguí aprender más y más cantidad de música y también de lo que rodea a la música. Al final me convertí en un coleccionista de discos, así que haber grabado tanto yo mismo quizá haya sido lo natural.

Su último lanzamiento, aparecido al mercado hace apenas dos meses, es un CD con rarezas para piano de Rachmaninov con el termina de grabar la totalidad de su música pianística. Rachmaninov es un compositor que le ha acompañado de manera especial durante toda su carrera. ¿De dónde le viene este interés inagotable por la música de un autor que, aún hoy, algunas personas no logran apreciar?

Como bien dices, la música de Rachamaninov no siempre es apreciada. Soy consciente de que en algunos países, como Austria, Alemania y especialmente en Europa Central, su música es vista con cierta condescendencia, como un «discurso vacío», por así decirlo. Pero recientemente he escuchado a la Filarmónica de Berlín interpretar sus «Danzas Sinfónicas», que es una de sus últimas obras, y me pareció que la tocaron con verdadera intensidad y aprecio. Soy muy consciente del hecho de que algunas obras de Rachmaninov no son del nivel que uno podría esperar de un compositor muy grande, pero una parte de su música sí que es realmente del más alto nivel posible.

Te contaré una historia interesante: cuando yo era director titular de la Deutsches Symphonie-Orchester de Berlín nunca programé la música de Rachmaninov, a excepción de algunos conciertos para piano porque así lo requerían ciertos solistas. Sabía perfectamente que Rachmaninov no era muy popular en Alemania. Pero en mi último año al frente de la orquesta decidí programar, tan solo, una de sus piezas sinfónicas. Así lo hice: escogí «La isla de los Muertos», que compuso poco antes de salir de Rusia a Occidente para nunca más regresar. La ensayamos y, en el descanso, varios músicos de la orquesta se acercaron a mí y me dijeron: «¿Qué música maravillosa! ¿Por qué no hemos tocado esto antes?» Quedé muy contento y emocionado por eso.

Ha trabajado con muchísimas orquestas importantes, pero llega a Donostia al frente de una orquesta de jóvenes. ¿Cómo es su trabajo con la Joven Orquesta de la Unión Europea? ¿Qué intenta obtener de ellos?

Al igual que con cualquier orquesta profesional yo, simplemente, trato de dar lo mejor de mí mismo y que los músicos logren entender lo que estoy intentando expresar. Pero en la práctica no establezco ninguna diferencia de trabajo entre ellos y una orquesta profesional. Es más, están tan deseosos de dar lo mejor de sí mismos y de seguirme que, en todo caso, me siento aún más cómodo con ellos que con cualquier otra orquesta.

Va a dirigir dos obras de Benjamin Britten: el «Concierto para violín» y «La suite de danzas catalanas Montjuic», que se interpreta muy raras veces.

Son obras muy importantes. El «Concierto para violín», en particular, es de una gran dificultad y requiere un intérprete de gran categoría, que en este caso será Daniel Hope. La «Suite Montjuic», por su parte, es una creación curiosa, porque fue escrita en colaboración por Britten y su amigo Lennox Berkeley. Supuestamente el público debe adivinar qué parte de la partitura fue escrita por Britten y cuál por Berkeley, lo que no es tarea fácil. En cualquier caso es una obra muy buena, accesible y agradable de tocar.

Últimamente, con motivo del centenario de su nacimiento, le está tocando dirigir bastante música de Britten. ¿Qué lugar ocupa para usted entre los compositores del siglo XX? ¿Llegó a conocerlo?

Últimamente he dirigido su «Réquiem de Guerra» y su «Sinfonía», que conllevan mucho trabajo, y en el pasado otras muchas piezas suyas, incluyendo su «Concierto para piano». Con Britten coincidí una o dos veces en el pasado. Recuerdo que una vez llegué a su Festival de Aldeburgh y él tocó a cuatro manos con Sviatoslav Richter. Fue todo un acontecimiento, como puedes imaginar, y además tocaron muy bien. En cuanto a su música, él es sin duda uno de los compositores más importantes del Siglo XX. Hizo mucho por la música británica, en particular, y por la del mundo en general. Sus óperas, en concreto, son extremadamente importantes, tal vez la parte más vital de su producción. He dirigido varios fragmentos de ellas y es muy impactante el sentido y la intuición que tenía Britten del medio operístico.

Además de Britten va a dirigir también una obra muy querida en Euskal Herria, el ballet «Daphnis et Chloé» de Ravel. Es también una obra peculiar. Cierto compositor francés la definió una vez como «un gran globo lleno de nada», pura orquestación sin apenas contenido musical.

¿Cómo podría decir algo acerca de una de las grandes obras maestras que ha dado el mundo? Soy afortunado solo con tener la ocasión de dirigirla. En cuanto a ese compositor francés, probablemente estaba celoso porque nunca consiguió componer nada que se acercase al «Daphnis et Chloé». Una vez escuché, y no sé si la anécdota es del todo fiable, que Camille Saint-Saëns, cuando escuchó el «Preludio a la siesta de un fauno» de Debussy el día de su estreno, dijo que no era nada y que la gente se olvidaría de ella al día siguiente. Y fíjate, es una música que se ha quedado con nosotros para siempre. ¡Algunos compositores están tan llenos de su propia música que son incapaces de escuchar nada más!

 
COLECCIONISMO

«Cuando viajaba al extranjero me traía a casa muchas grabaciones de repertorio que por aquel entonces no estaba disponible en la Unión Soviética»

VIDA EN LONDRES

«1963 fue un año difícil, porque llegar de la URSS al Oeste y organizar una nueva vida allí fue toda una empresa»

SU HOMENAJEADO

«Britten hizo mucho por la música británica, en particular, y por la del mundo en general.

MOTIVACIÓN

«Simplemente, trato de dar lo mejor de mí mismo y que los músicos logren entender lo que estoy intentando expresar»

Una orquesta que reúne a los mejores músicos jóvenes de Europa

No es la única orquesta de jóvenes Europa, pero sí la más antigua. Nació en 1976 con el nombre de Orquesta de Jóvenes de la Comunidad Europea y fue fundada, según palabras de su responsables, «con el fin de crear una orquesta que represente el ideal europeo de una comunidad que trabaja en conjunto para lograr la paz y la comprensión social», un conjunto que «trascienda barreras culturales, sociales, económicas, religiosas y políticas en la persecución común de la excelencia musical».

Dejando al margen ideas e intenciones, la EUYO es una valiosa herramienta al servicio de los jóvenes músicos que tienen la vista puesta en trabajar como músicos de orquesta. Se compone de un máximo de 140 instrumentistas entre 14 y 24 años, procedentes de los 27 países miembros de la Unión Europea y que son seleccionados cada año entre más de 4.000 candidatos que participan en las audiciones que se organizan por toda Europa. La competencia es tal que los actuales miembros de la orquesta tienen que volver a audicionar cada año si quieren mantener sus puestos.

La recompensa, si logran ser seleccionados, son dos giras anuales junto a algunos de los mejores directores y solistas del mundo, que se complementan con encuentros de trabajo y clases con prestigiosos profesores de cada instrumento. La EUYO actúa, por tanto, como «un campo de entrenamiento», reduciendo la brecha entre los conservatorios y el mundo profesional, de forma que la gran mayoría de los que han sido miembros de la EUYO han terminado desarrollando una carrera en el mundo de la música y muchos han encontrado trabajo en las principales orquestas europeas.    M.C.

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