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Análisis | Conflicto kurdo

Una puerta entreabierta a una paz negociada en Kurdistán Norte

Una nueva oportunidad parece presentarse en tormo al conflicto del pueblo kurdo. Los recientes movimientos en el norte de Kurdistán permiten entrever la posibilidad de un proceso de paz que ponga fin a décadas de conflicto armado y solucione las demandas kurdas.

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Txente REKONDO Analista internacional

No es el primer intento de una salida negociada al conflicto kurdo, pero algunos destacan las diferencias respecto a los anteriores fracasos. El peso y los intereses de dos figuras claves como Recep Tayyip Erdogan y Abdullah Oçalan pueden ser determinantes. Podemos hallarnos ante un proceso negociador que reformule el propio Estado turco, reconociendo los derechos kurdos y poniendo fin al enfrentamiento armado, entre otras cosas. El camino a recorrer no será sencillo, y los obstáculos que surjan pueden condicionar su desarrollo.

La cobertura mediática en Turquía también puede sugerir que estamos ante «una oportunidad histórica», que puede dar lugar a una nueva transición.

Los cambios y movimientos de los últimos años, principalmente en la última década, han marcado el nuevo camino. Los discretos contactos, la mediación internacional, los intentos de golpe de Estado y las maniobras desestabilizadoras, la pérdida de poder de los militares turcos y el juicio a los implicados en tramas golpistas, el objetivo del AKP de efundar el Estado turco, con el proyecto de una nueva Constitución como colofón, son el contexto para poder entender el devenir de los acontecimientos.

El anunciado repliegue de guerrilleros kurdos hacia el sur de Kurdistán y la creación por parte del Gobierno de una «comisión de sabios» y una comisión parlamentaria para supervisar el proceso sin hitos en esa dirección.

La «comisión de sabios» ha acaparado la mayor parte de la atención mediática. Una idea que en su día propuso Oçalan se ha gestado desde el Gobierno con personalidades de las siete «regiones» del país. Sus integrantes deberán preparar a la población para el proceso y ayudar a crear un ambiente propicio.

Esta comisión deberá intentar llenar los vacíos que dejen los principales actores y, como opina un articulista turco, «debería actuar como una especie de mediador en las etapas avanzadas de las negociaciones de paz, debería instar al Gobierno a realizar las reformas necesarias para el reconocimiento de los derechos culturales y lingüísticos de los kurdos, debería observar el desarme y la desmovilización del PKK y desarrollar propuestas concretas para cada fase en la que surjan los inevitables problemas».

La creación de la comisión parlamentaria era una propuesta del opositor partido kemalista CHP, que luego ha cedido al vértigo y se ha opuesto al proceso, alineándose con el ultraconservador MHP. De momento cuenta con el apoyo del gobernante AKP y del kurdo BDP. Todo apunta a que la postura del CHP le condena a la eutanasia política.

La tercera aportación, la salida de los militantes kurdos desarmados hacia el sur, está pendiente de activarse, pero ya se están dando pasos. Quedan por definir aspectos técnicos como el papel de estos militantes del PKK en su nuevo destino y la materialización de la ocultación de sus armas. No obstante, la decisión de aceptar la propuesta de Oçalan refuerza la posición y autoridad del líder preso dentro del PKK.

El «cuarteto kurdo» sigue apostando por el proceso. Tanto en Diyarbakir (BDP), como en Europa (exilio y diáspora), en las prisiones (Oçalan) y en las montañas Qandil (PKK) creen que ha llegado el momento de afrontar una nueva etapa en su lucha. Por ello, aun conscientes de las dificultades y problemas, se muestran dispuestos a emprender una nueva vía en esta lucha de décadas.

Por su parte, el AKP y sobre todo su líder, Erdogan, también están en esa línea, aunque aquí confluyen sus propios intereses (nueva Constitución, papel del presidente, reformulación del Estado...). De momento, algunas de sus declaraciones han permitido marcar tanto a sus opositores como a sus seguidores. «Es un tiempo de paz, no de ajustes de cuentas» señaló recientemente. Y sus palabras hacia los opositores al proceso tampoco dejan lugar a muchas dudas: «Aquellos que no son parte de la solución pero son parte del problema no pueden debilitar nuestras decisiones con sus críticas. Los opositores al proceso tan solo buscan que continúen las muertes, esta mentalidad no es para nada humanista».

La oposición al proceso aglutina al MHP, con sus movimientos fácticos y sus intentos de desestabilización; al CHP, lo que no hace sino conformar su deriva política e ideológica n los últimos años, y a los poderes del antiguo status quo, contrarios a cualquier cambio que pueda alterar su hasta hace poco privilegiada situación.

El proceso iniciado puede lograr que «la paz se convierta en algo racional» y se de una situación «donde todos ganan», y se evite poner al adversario en una posición delicada. Para llegar hasta aquí han confluido tres elementos: la eliminación gradual del histórico papel de «garante» del Ejército en Turquía; la constatación de que la lucha estaba estancada, y se necesitaban explorar nuevas vías, sin olvidar los cambios que se están dando en la región, y, finalmente, la apuesta por una nueva Constitución.

La hoja de ruta establece al menos tres etapas: un alto el fuego y el anunciado repliegue guerrillero hacia el sur; la garantía de los derechos políticos, culturales y sociales del pueblo kurdo en la nueva Constitución, y la normalización. Todo ello sin olvidar la coyuntura regional y que el adiós definitivo a las armas estará condicionado a los avances en la reforma democrática del Estado, a la definición de los aspectos técnicos y a la creación de una futura comisión de la Verdad y la Reconciliación, que puedan ayudar al buen desarrollo del proceso.

El proceso de paz es de vital importancia para Turquía y para el pueblo kurdo. Las tres últimas décadas se han caracterizado por el conflicto armado, al que contribuía el sistema tutelar del país, nunca dispuesto a solucionarlo. De momento, la división se da entre quienes impulsan un nuevo sistema y los que usarán todos los instrumentos (incluyendo el propio proceso) para bloquear toda posible salida negociada.

Como reconoce un intelectual turco, «el pueblo kurdo tiene todo el derecho de separarse de los turcos. Es su derecho democrático. El reconocimiento de este derecho es una obligación de los turcos. Si los turcos quieren vivir con los kurdos, deberían reconocer que los kurdos tienen derecho a separarse y tener un Estado propio». Cuando los turcos alcancen ese grado de madurez y de conciencia democrática, se habrá avanzado hacia un escenario de paz.

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