CRíTICA teatro
Espaldas frontales
Carlos GIL
Este montaje tiene tantas claves y signos superpuestos que se necesitaría un tratado de descodificación para poder transmitir de manera ordenada todo lo que se acumula en la retina, la piel, el cerebro del espectador. Hay texto, pero se intenta que aparezca como casual, incluso dicho de espaldas, como si se intentara acotar un espacio cerrado, cuando es un texto imprescindible, brillante en ocasiones, que ayuda al paseo por las excentricidades, las oscuridades y las luces de unos seres humanos que son tan vulgares en su apariencia como excepcionales en sus actos.
El cuerpo es utilizado de manera eficaz, por trozos, en coreografías y movimientos. Un pene que vive; parte del reposo y se pone en posición de presenten armas; un trasero embadurnado de algo que parece mierda, unos cuerpos libres, liberados, atrapados, jugueteando, creando espacios conquistados y vueltos a ser ocupados por la intransigencia. Silencios, iluminación que crea ambientes, una acumulación de sensaciones que van sucediéndose en un ritmo propio, en una fragmentación narrativa que provoca una disfunción asociativa, pero que logra un marco referencial done toda presencia actoral es un acontecimiento más allá de su propia capacidad comunicativa.
Estamos ante un lenguaje escénico híbrido, que se adultera en su propia consecuencia, que nos muestra otras posibilidades de la dramaturgia actual, desde una narración en tercera persona, con un relato que va mutando hacia un hiperrealismo caótico. Forma y fondo se cruzan, pero se complementan. No deja indiferente. Hay que estar atentos a estos creadores. Tienen cosas que decir y lo dicen de manera inquietante.
Obra: «Escenas para una conversación después del visionado de una película de Michael Haneke».
Texto: Rebecca Praga.
Intérpretes: Quim Bigas, Tanya Beyeler, David Mallols, Mario Pons-Macià.
Iluminación: Marcela Prado.
Dramaturgia y dirección: Pablo Gisbert.
Producción: El Conde Torrefiel.
Teatro: La Fuundición; Deusto.
Fecha: Domingo, 14 de abril de 2013.